14.

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Apenas abrió los ojos, Sano Manjiro se encontró con una espalda masculina siendo golpeada por los tenues rayos de sol que se colaban por su ventana.

Algo desorientado por la situación, el hombre se fue acomodando en la cama y el pelinegro que lo acompañaba se dio la vuelta al notar su movimiento, los grandes y seductores ojos azules lo miraban mientras que terminaba de acomodar la camisa.

—Buenos días, voy a ir por el desayuno.— el pelinegro se inclinó y dejó un beso en su cabeza, pero antes que este se levantara para ponerse la ropa, Mikey lo tomó de la muñeca, buscando toda su atención.

—No te vayas, Takemicchi.— apenas está frase sale de sus labios se sintió avergonzado, pero aún así mantuvo la mirada y la expresión de sorpresa en el otro cambió a ser una de ternura, el hombre se acercó y juntó sus labios, el rubio, sorprendido, terminó aceptando aquel encuentro, la pareja se terminó acomodando en la cama, con los brazos de Sano rodando el cuello del ojiazul.

Los labios de Takemicchi empezaron a descender por su cuello, haciéndolo sentir vibraciones con cada contacto, las cálidas manos recorrieron su torso y el ojinegro enredó sus dedos en el cuero cabelludo para mantenerlo cerca mientras mordía su labio inferior para acallar un poco sus propios gemidos.

Sintió como la cadera del otro empezaba a rozar contra su cuerpo, el miembro firme del cantante estaba en medio de su culo, y los besos que dejaban a su vez marcas a lo largo de todo su torso hacían que poco a poco perdiera la cordura, sentía que cada toque que dejaba por su piel se iba a quedar como si fuese un tatuaje, marcándolo para siempre como propiedad del idol.

—Mikey— le llamó el pelinegro mientras se pegaba a su oreja,  Mikey  solo respondía gimiendo. —Mikey, Mikey.— insistió de nuevo deteniendo su toque, haciendo que el ojinegro empezara a quejarse. —¡Mikey!

—¡Mikey, despierta!— la voz de su roomie fue lo primero que oyó y abrió sus ojos sobresaltado y confundido, se encontró con la albina que lo miraba con expresión fastidiada y las manos en la cadera, comprendió que estaba en su cuarto y que tenía que ir a trabajar.

—La puta madre.

Se quejó y se volvió a meter en las cobijas, con la intención de volver a dormir, era el jefe, podía llegar tarde y en ese momento lo único que quería era volver a dormir con la esperanza de continuar con su sucia fantasía.

Después de un sueño como el que había tenido la realidad era simplemente decepcionante.

—¡Ah, no! ¡Ni lo pienses Sano Manjiro! ¡Levanta el culo, tienes que trabajar!

El pelinegro seguía revolcándose en la cama, Senju no lo iba a dejar en paz, así que finalmente se rindió y se levantó para empezar otro día de esa tortura llamada vida.

Se bañó, se limpió la cara y se lavó los dientes, después tomó la primera blusa manga larga que vio en su cajón, luego una camisa holgada color blanco y los mismos pantalones negros del día anterior, se puso medias limpias y unos zapatos negros con algo de plataforma.

La frase de "se puso lo primero que vio" y que el resultado fuera un outfit armonioso le quedaba a la perfección porque toda su ropa combinaba al ser monocromática, así que no se tenía que matar la cabeza.

Tomó su abrigo negro y una bufanda gris, tomó su cartera, las llaves de su moto y un tapabocas negro, salió sin comer nada, nunca le daba demasiada hambre en la mañana, aparte ya iba de mal humor por el simple hecho de haber tenido que despertar.

Se despidió de su amiga y salió del apartamento.

Llegó a las diez a la tienda, sus tres empleados ya habían surtido y abierto como usualmente lo hacían, él tenía que hacer unas cuantas llamadas con sus distribuidores para que cada día llegará más mercancía diariamente, en esa labor duró aproximadamente tres horas. Lily era la encargada de cocinar su receta de dulces, pero con el aumento de clientela el trabajo de la mujer había incrementado, y a pesar de que Manjiro subió su sueldo, ella no podía permitirse dudar más horas en el trabajo ya que tenía un hijo que cuidar, así que debía encontrar alguien que le ayude a su empleada estrella, y a pasar que ya tenía una nueva empleada, probablemente lo mejor sería contratar mínimo dos personas más que se encargaran o de la cocina o del servicio al cliente. Eso implicaba variaciones en su contabilidad.

Entre la una y las tres de la tarde era el horario más ocupado, ya que era el momento en el que las personas salían a almorzar, así que se llenaba bastante ya que paraban a buscar algo de comer o para acompañar sus almuerzos, sus empleados terminaban rendidos, agradecía que estaban en época de vacaciones, lo que significaba que Jonás y Roselyn (la chica nueva) podían trabajar tiempo completo, en febrero tenía que buscar a dos personas que trabajaran en los horarios en los que los otros dos iban a estar estudiando.

Pasó bastante estresado, no tuvo ganas de comer hasta ya entrada la tarde, había tomado un dorayaki y se sirvió un café con leche bastante dulce, mientras habían unas 4 mesas ocupadas y por primera vez en el día no había fila en la caja se permitió tomar un pequeño descanso. Lily estaba trapeando el piso, Jonás limpiaba las mesas que acababan de ser desocupadas y Roselyn ordenaba en los estantes los nuevos productos que habían llegado por orden de Manjiro.

La puerta sonó y sus empleados le dieron la bienvenida al nuevo cliente, el cual se acercó a la caja, lugar donde se encontraba el distraído pelinegro. El hombre en vez de saludarlo para llamar su atención y ser atendido, decidió darle un pequeño golpe en lo alto de la cabeza, haciendo que casi chocara contra el mostrador.

Sus subordinados se sorprendieron y se taparon la boca al ver como el jefe alzaba la cabeza lentamente, y sus ojos estaban sombríos por la acción de su cliente.

Cuando Mikey alzó la mirada y se encontró con la expresión vacilona del hombre que estaba del otro lado de la vitrina. Se sorprendió al encontrarse con los ojos verdes del hombre, la cicatriz en su rostro y lo alto que era, ¿Qué demonios hacía ahí?

—Takeomi…— el hombre rió por su expresión y revolvió el cabello de Manjiro.

—Hombre, Mikey, me gustaría decir lo mucho que has crecido pero sería decir una mentira.— empezó a reír mientras ponía las manos en su cintura, ignorando el comentario, el teñido sonrió y le dió la bienvenida.

—¿Qué haces aquí? ¿Cuándo llegaste a Manila?— preguntó algo confundido pero contento de ver el hermano mayor de su roomie.

—Vine a visitar a Senju, tengo que revisar algunas cosas respecto al gimnasio, quiero cuadrar las cuentas, ya sabes lo descuidada que es respecto al dinero, y llegué ayer, hoy fui al apartamento y alcancé a sorprenderla, ya iba de salida. Estuvimos hablando un rato y me dijo que estabas aquí así que pasé a saludar.

El pelinegro rodeó el mostrador e invitó al mayor a sentarse en una de las mesas, pasaron tres horas entre contarse la vida y algunas anécdotas de cuando Shinichiro estaba vivo.

A las siete de la noche se despidieron, Manjiro cerraría la tienda en una hora y se iría a casa para pasar el resto de la noche con los hermanos Akashi.

—Bien, Mikey-kun, nos vemos en un rato, suerte.

—Adiós, Takeomi, nos vemos, saludos a Senju.

Y el hombre salió por la puerta de su local, en la última hora no hubo mucho por hacer, sus productos se volvieron a acabar según lo esperado, así que cerraron la tienda a las ocho. Mientras Jonás hacía el inventario y cuadraba la caja, la pequeña campanita que anunciaba la entrada de un nuevo cliente sonó, así que el pelinegro habló desde el mostrador.

—Lo siento, ya cerramos.— le dice el pelinegro a la persona que entró.

—Es una pena, pero no vengo a comprar nada, vengo por el dueño.— el ojinegro sintió un escalofrío recorrer su espalda, reconocería esa voz en cualquier lugar, alzó su mirada lo más rápido que pudo y observó al dueño de esa sonrisa preciosa.

—Takemicchi...

¡Bienvenidxs a los diez episodios más softs de sus miserables vidas! :D

Di que sí, IdolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora