15.

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Tenía nuevamente al idol frente a sus ojos, pero esta vez no era una simple coincidencia, Takemichi había ido a buscarlo, fue a su tienda directamente sabiendo que él iba a estar ahí. La sonrisa de su rostro era imborrable, los oscuros ojos de Sano brillaban como pequeñas estrellas.

—¿Te gustaría salir conmigo a dar un paseo, Mikey-kun?— preguntó el pelinegro sonriendo, sin importarle las miradas asombradas de los empleados, solo se concentró en la bonita cara del ahora pelinegro.

En ese momento, todos los colores posibles atravesaron el rostro del pelinegro, ¿Acaso se había quedado dormido en el trabajo?

Sin quitarle la vista al ojiazul, Mikey se pellizcó a sí mismo discretamente para saber si estaba dormido o no, y cuando sintió ese ligero dolor supo que sus ojos no le estaban mintiendo.

Sonriendo, asintió, se quitó el delantal, se lo pasó al pelirrojo: "tú cierras la tienda" fue lo que le susurró al oído y se puso frente al pelinegro.

—¿A dónde quieres ir?— preguntó el teñido, sonriendo tiernamente.

—Bueno, soy nuevo en la ciudad y no tengo mucha idea dónde ir, así que creo que sería mejor que tú decidas.— confesó ligeramente avergonzado, rascándose la nuca.

Sano Manjiro solo quería tirarse sobre el pelinegro y llegarle la cara de besos por lo hermoso que se veía.

—Bien, podemos ir a Le Bar, tienen buena comida y su atención es muy buena, es de los mejores aquí en Manila.— aseguró el teñido, y al ver como el pelinegro se quedó pensativo se dio cuenta que probablemente no era buena idea, el Idol había ido de incógnito. —o podríamos ir por hamburguesas y papas fritas a un puesto cerca de aquí, saben bastante bien.

Los ojos de Takemichi se iluminaron ante la idea, pero quizás el de ojos negros sí quería ir a un lugar más elegante, y aunque era arriesgado, no sería tan difícil cumplir el deseo de este.

—Tú decides, Mikey-kun.— aseguró el cantante con su bonita sonrisa, haciendo que Manjiro sintiera cierta calidez, al fin ambos sonrieron.

Sano le pidió que lo esperara mientras iba por su abrigo, Hanagaki evidentemente asintió y el más bajo corrió hacia el interior de la tienda, subió las escaleras y en menos de cuarenta segundos volvió al lado del ojiazul.

La pareja se despidió de los empleados que estaban atónitos al presenciar a su jefe siendo tan brillante frente al cantante, ellos podrían jurar que se conocían desde hace mucho tiempo ya que la conexión de ambos hombres era casi mágica.

Takemichi le abrió la puerta del auto al antiguo rubio que solo sonrió sorprendido, agradeciéndole por aquel gesto, entró y detalló lo pulcro que estaba todo dentro del vehículo, todo estaba brillante y olía bastante bien, tal como alguna vez imaginó. El pelinegro natural ingresó al auto y lo encendió, luego miró a Mikey, expectante por indicaciones.

—¿Y bien? ¿A dónde iremos?— preguntó el conductor del lujoso carro, el ojinegro solo le dijo qué dirección tomar, así que así lo hicieron. Siendo guiado ciegamente por el más bajito, el pelinegro conducía por las calles de Manila siendo iluminados por los letreros y luces nocturnos.

—Me sorprende verte de nuevo, Takemicchi.— comentó Manjiro mientras se concentraba en el camino, calmando sus instintos, el ojiazul entrecerró los ojos ante lo dicho por su copiloto y le dió una mirada rápida.

—¿No debí hacerlo?

—Debiste hacerlo hace más de una semana.

Una pequeña risa salió de la boca de Takemichi, el teñido fue contagiado prontamente por esta acción y tuvo que mirar a su ventana y tapar sus labios para disimular un poco su expresión enternecida.

Di que sí, IdolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora