20.

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Takemichi y Mikey salieron del apartamento y se dirigieron a la casa del idol, escuchando música en el trayecto, el ojinegro le preguntó qué le había parecido haber pasado la tarde con sus amigos y familia, el de cabello ondulado le miró momentáneamente con una sonrisa en los labios.

—Son personas maravillosas, Mikey-kun, estoy muy feliz de que me hayas permitido conocerlos, gracias, hace mucho no conocía a personas nuevas y ellos realmente me cayeron muy bien.

Y era verdad, Takemichi estaba nervioso de no encajar, pero luego de sus presentaciones incómodas con Emma, Draken y Senju todo fue muy orgánico, y de hecho, con Baji y Kazutora no tuvieron que pasar por ese momento porque los dos hombres no siquiera lo reconocían como Idol, así que se sintió mejor.

Sólo que todavía tenía ese pensamiento rondando en su mente, estaba completamente seguro de que ya conocía al pelinegro de ojos cafés, ya trataría de encontrar la razón del por qué pensaba eso.

Mikey se sentía muy tranquilo al saber que a Takemichi le habían agradado sus amigos y familia, aparte sabía que a ellos también les había caído bien el cantante porque los conocía como a la palma de sus manos.

Llegaron a la casa y las luces se iluminaron a su paso, entraron y se quitaron los zapatos como usualmente lo hacían, prendieron la luz de la escalera y subieron a la habitación principal, Takemichi entró a su baño y se puso su pijama mientras que Sano se cambió en la habitación, luego de golpear la puerta y asegurarse de que Mikey ya se había cambiado entró a la habitación y caminó hacia la cama, prendió una vela con olor a canela y se sentó al lado, Mikey se sorprendió por eso pero sonrió.

—¿Quieres dormir conmigo, Takemicchi?— preguntó ilusionado, el otro soltó una pequeña risita pero se negó.

—No, sabes que dormiré en el sofá porque no quiero incomodarte, y ya te dije que mi cama es tuya.

El puchero de Mikey se hizo presente, se metió en la cama y se arropó completamente, Takemichi se hizo a su lado y lo abrazó por la cintura sobre el edredón, el de cabello liso se mantuvo en la misma posición mientras el otro se acercaba cada vez más.

—No te enojes, Mikey-kun, ¿Sí? Me quedo hasta que te duermas y me voy al sofá, ¿Vale?— un resoplo salió de los labios del mayor haciendo reír a Hanagaki, quién le empezó a plantar ruidosos besos en la mejilla del ojinegro que al principio se resistió pero, luego de unos segundos, las risas resonaron en la habitación.

Pasaron así varios minutos hasta que el idol se alejó y mientras que el pelinegro se recuperaba del ataque de risa se dedicó a observarlo. Unas ligeras lágrimas salían de los ojos negros de Manjiro mientras trataba de estabilizar su respiración nuevamente, el teñido se encontró con la mirada del idol, que estaba serena y tranquila, se quedaron mirando un buen rato en silencio, embelesados por el otro.

Y es que Takemichi no entendía por qué se sentía así, tan bien y tan seguro en la compañía de ese hombre, cómo se podía olvidar de su vida, era como si su futuro estuviera en esa pequeña casa a las afueras de Manila, con él.

Se le había hecho tan fácil tomarle cariño a ese hombre, el dueño de esos maravillosos ojos negros había tomado su corazón y lo había curado con sus dulces y sonrisas, apropiándose de él, y Hanagaki simplemente se dejó ir, cayendo en esos cómodos brazos, como si nada pudiera ir mal.

En ese momento frente a él, siendo rodeado por el olor a la canela y el frío de la noche se prometió cuidarlo, no iba a permitir que nada ni nadie vuelva a herir su corazón.

Pero sabía que no podía iniciar una relación con él tan pronto, tenía miedo de que le fuera a pasar de nuevo: que su corazón resultara roto por volver a confiar y entregar todo sin preguntar, porque a veces, cuando estaba solo, los dulces ojos de Hinata aparecían en su mente para hacerle burla, porque cuando parecía que ella lo veía como si no hubiera nada más en el mundo, resultaba que ella había pasado quién sabe cuánto tiempo mirando con deseo (o amor) a su mejor amigo.

Di que sí, IdolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora