Así pasaron varios días, poco más de una semana en la que el pelinegro llegaba a recoger al mayor a las ocho, paseaban por la ciudad conociendo y conociéndose entre ellos, sintiendo que cada uno completaba lo que le faltaba a la vida del otro.
Pero esto no era muy bueno para la salud de Mikey, ya que apenas estaba durmiendo, así que el lunes diez y ocho de diciembre al llegar a la tienda se encontró con el pelirrojo que estaba terminando de cerrar y organizar la tienda, pero no había ningún rastro del mayor, así que preocupado, le preguntó a Jonás por el paradero de Mikey.
El chico luego de saludarle amablemente le indicó que estaba en la oficina, así que lo hizo pasar.
El pelinegro pasó al lado del chico, agradeciendo. La oficina quedaba cruzando un estrecho pasillo al lado de la cocina, se encontró con una puerta de madera oscura desgastada, tocó pero no recibió respuesta, aquello le preocupó y decidió entrar por cuenta propia, se encontró con el pelinegro con unos papeles en su mano y un lapicero en la otra, pero estaba durmiendo profundamente, suspirando ligeramente.
Aquella imagen era demasiado adorable para el ojiazul, el cual se acercó lo más cautelosamente al cuerpo inconsciente de Sano, se hizo un pequeño espacio en el escritorio para apoyarse y verlo desde más cerca. Las largas pestañas oscuras marcaban sus grandes y afilados ojos, su piel clara y limpia se veía suave y el idol no pudo evitar acariciar ligeramente el rostro del hombre. Sus rasgos eran definidos mostraban masculinidad, pero todo en conjunto era armonioso, llamando la atención de todos los que lo veían.
Enternecido por lo tierno que se veía durmiendo, el menor lo miró desde arriba cariñosamente, deseando cuidarle el sueño. Pasó el tiempo acariciando la carita de Mikey, hasta que se puso a pensar que probablemente no era lo correcto, así que se detuvo, quizá si estuviera despierto, pero debía tener su autorización.
Ya cuando pasó media hora, un ansioso Jonás tocó la puerta, su turno había concluído y no podía cerrar la tienda ya que habían personas dentro, y bueno, esas personas eran el jefe y su… “amigo”.
Hanagaki rió ligeramente y le regaló una dulce sonrisa al chico, el cual en ese momento se cuestionó si era realmente heterosexual.
Le dijo que no se preocupara, él se encargaría de cerrar la tienda, que se podía ir a su casa tranquilo, le dió 2000 pesos filipinos por haberse quedado media hora más de lo que le correspondía y le pidió las llaves del local. El pelirrojo todavía sorprendido por haber recibido semejante suma de dinero se entregó las llaves y se fue a su casa. Aunque hubiera querido refutar, había visto las discusiones que tenía con su jefe en lo que respectaba al dinero, así que no iba aceptar un no por respuesta.
Si le decía a su novia que este dinero estuvo en las manos del idol le exigiría enmarcar los billetes, ahora que lo pensaba.
Así fue que los dos pelinegros se quedaron solos en la tienda, uno dormido en su silla y el otro asegurándose de que estuviera bien.
Hanagaki esperó paciente que Mikey despertara pero cada minuto que pasaba, el ojinegro más profundamente dormía, así que, con toda la pena del universo, tenía que despertarlo para llevarlo a su casa, porque evidentemente no iba a permitir que condujera en ese estado.
El pelinegro decidió sacudir el hombro del mayor mientras le hablaba de cerca y en tono suave para que despertara, lo cual ni inmutó a Sano, así que ligeramente frustrado intentó hacerlo más fuerte tratando de recibir una reacción por parte del mayor, lo cual sí pasó, recibió un quejido y vió como se acomodó nuevamente en su silla, causando que el menor tuviera que agarrar su propio pecho por el ataque al corazón que le provocó haber presenciado lo jodidamente adorable que eso había sido.
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Di que sí, Idol
FanfictionTakemichi es uno de los idols más importantes de la década, su éxito se debe a su encanto y talento, teniendo todo lo que en algún momento alguien podría desear. En el último día de su gira pasa algo extraordinario antes de que comenzara el conciert...