23.

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Hanagaki y Sano terminaron dormidos en el medio de la sala, el alcohol y los aperitivos les pasaron factura.

Siendo las once de la mañana el idol despertó, encontrando el cuerpo del mayor sobre el suyo mientras dormía profundamente. El idol habría dejado al mayor dormir sobre él por mucho más tiempo, pero el hecho de que percibió movimiento en la casa se lo impidió, así que se incorporó del suelo, recibiendo quejas por parte del ojinegro. Pero, incluso cuando lo intentó, y realmente lo intentó, no pudo soltarse de Mikey.

Trató hablándole, soltar sus brazos suave y fuertemente, moverlo para que lo dejara ir, sin embargo, el otro simplemente se aferró más a su cuerpo.

Takemichi pensó que Mikey lucía como  un adorable koala.

Emma atravesó la puerta de la sala y vio al idol con una cara de pánico y a Mikey abrazándolo mientras estaba profundamente dormido, río ligeramente por esto y se volvió a la cocina, volvió segundos después con un taiyaki y se acercó a la pareja.

—¡Ah, Emma-chan! Buenos días. —saludó un avergonzado Hanagaki y trató de zafarse del mayor, fallando nuevamente en el intento. La rubia lo saludó de vuelta y se agachó a su altura, acercó el dulce a la nariz de su hermano, el cual reaccionó a aquel olor tan familiar.

El mayor empezó a olfatear el pescadito de dulce y antes de siquiera despertar le dio un mordisco, el idol se sorprendió y le pareció adorable.

El teñido fue soltando lentamente a Hanagaki para agarrar el dulce que su hermana iba alejando de él a medida de que se acercaba y mientras el pelinegro se soltaba Emma cubría el cuerpo del mayor con la cobijita que tenía desde hace tanto tiempo para que no se despertara al no sentir al ojiazul cerca suyo.

El cantante se alejó de ahí apenas pudo, entró al baño, se lavó la cara, cepilló sus dientes con el cepillo que Mikey le había dado el día anterior y arregló sus ropas lo mejor posible.

Cuando volvió a la cocina se encontró con un desayuno servido en la mesa del comedor, la cual seguía medianamente desordenada por la reunión del día anterior, pero la comida se veía deliciosa así que no tuvo problemas en sentarse y deleitarse con la comida.

Y bueno, Takemichi no era nadie para juzgar luego de haber vivido en las condiciones que lo hizo a penas se independizó a sus dieciocho años.

Los que le enseñaron a no vivir en un basurero fueron Inupi y Hinata.

Pero sin pensar mucho en ello se dispuso a comer la sopa de miso que la rubia había preparado, comió arroz, pescado, la deliciosa tortilla y muchísima fruta, a parte del té, el cual refrescó su maltratada garganta, a parte de deleitarse con el delicioso sabor a frutas.

—¿Qué tal tu noche? Siento que hayas tenido que dormir en el piso. —comentó la rubia avergonzada mientras limpiaba un poco la mesa, el pelinegro sonrió tenuemente y negó con la cabeza con la intención de despreocupar a Emma.

—Ya he dormido varias veces en el piso antes, así que no te preocupes, está bien. —respondió sonriente Hanagaki antes de tomar otro bocado de la exquisita comida. —Dios, Emma-chan, está buenísimo, muchas gracias. —Halagó con las mejillas llenas del arroz, tapándose la boca para evitar escupir algo de comida, la Sano menor sonrió feliz en su dirección antes de dirigirse a la cocina con algunos trastes en sus manos.

—¡Gracias! Ken hizo el arroz y me ayudó con la fruta, Senju hizo el té, fue un trabajo de todos.

El idol asintió pero pronto notó el silencio que reinaba en el apartamento, así que se extrañó y se dispuso a preguntarle a la mujer.

—Por cierto, ¿Dónde están todos? —el pelinegro frunció el ceño y le echó una mirada a la cocina y al pedazo de pasillo que se alcanzaba a ver desde el comedor pero no vio indicio de nadie.

Di que sí, IdolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora