CAPÍTULO 6

115 7 27
                                    

Consigue abrir en pocos segundos, paso y cierro en su cara.

En el interior veo a una chica morena con los ojos saltones.

- Vaya, vaya. Así que tú eres... – Hace una pequeña pausa para mirar el cuaderno del que Rafa nos ha estado hablando y prosigue. – Lara.

- Muy bien, veo que sabes leer.

En vez de enfadarse como hace todo el mundo, suelta una gran carcajada. Pero yo me enfurezco, no estoy acostumbrada a este tipo de reacciones.

- ¿Acaso no notabas que alguien intentaba abrir la puerta? Podrías haber ayudado, tía. – Le digo cortando su horrible risa.

- Bueno, madre mía, qué histérica me ha tocado...

- Tienes razón, lo mejor sería que cambiaras de habitación. – Contraataco.

- Mira, mocosa, si alguien se tiene que cambiar eres tú. Y, joder, todavía no me has preguntado ni cómo me llamo. – Me suelta.

- Puede que sea porque no me interesa.

- Oye, tía, eres horrible y... – Vuelve a reírse. - ¡Me encantas!

¿Cómo? Estoy confusa. Sí que es verdad que nos parecemos un poco, física y psicológicamente, por lo poco que sé de ella, pero no sé...

- Lara, nos tenemos que conocer. ¿Vienes a un bar o algo? – Ahora parece más amable que cuando he entrado.

A modo de respuesta niego rotundamente con la cabeza hasta que casi me disloco el cuello. No es que me apetezca, pero tengo que guardarme todo lo que me he traído. Al ver que me dice "Ah, genial, entonces nos podemos quedar aquí hablando. ¿Te gusta la música? Si quieres pongo." entiendo que estaba pensando en voz alta eso de recoger los trastos.

Hago un gesto con los hombros y me empieza a hablar sobre su vida, que en verdad me la suda, pero parece que disfruta sintiéndose ignorada, de modo que no digo nada, cosa que se me da genial.

- ¿Qué me cuentas de ti? – Su sonrisa cada vez es más grande y me gustaría saber el motivo, puede que tenga que ver con algo de todo lo que me ha explicado acerca de su infancia.

- Verás... - Hago que pienso algo ingenioso. - Mi padre no es nadie, mi madre es una ingenua, jamás he tenido amigos, estoy aquí por obligación, siempre visto de blanco y negro, no me gusta escesivamente el deporte ni hacer nada con nadie y no tengo intención de hacer nada con mi vida que no sea por puro placer y beneficio hacia mí misma. – Digo todo sin una sola pausa, intentando reflexionar sobre si me dejo algo más. Sé que sí, pero paso de contarle todas mis cosas a una desconocida, así que le he explicado lo básico para que tenga alguna razón para odiarme sin prejuicios.

- Ah. – Se limita a responder, con cara de descolocada.

- Seguro que hay más, pero no lo recuerdo. – No sé para qué le doy más tema de conversación sabiendo que no se va a callar. Puede que sí que me tenga que cambiar de habitación, aunque la chica no me cae tan mal, que digamos.

- Seguro que tienes recuerdos bonitos. – Se nota que intenta animarme, pero no necesito su ayuda ni la de nadie para ello.

- Es probable. - Me limito a responder.

- Vale... – No sabe qué decir, y me alegro, pero a la vez me sorprendo. Tras una breve pausa, añade: - Eh, bueno, yo ahora voy a comer con otros del pasillo que he conocido antes. Si te apetece venir con nosotros... Será divertido y así nos podremos conocer.

Me lo pienso unos segundos y... ¡Hostia! Iba a nombrarla, pero tiene razón, no le he preguntado su nombre todavía.

- ¿Cómo te llamas? – Digo, rompiendo el silencio que se interponía entre nosotras.

Todas las razones por las que te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora