CAPÍTULO 8

113 7 15
                                    

Cuando llego a la habitación no recuerdo que es compartida, puede que sea porque esa información nadie me la había proporcionado antes de llegar, por mucho que lo supiese gracias a una búsqueda por Internet.

Y no encuentro a Bea. Simplemente la he recordado porque hay dos camas y la habitación está dividida de una manera bastante... interesante: en su parte hay todo tipo de colores, fotos con amigos, familia o quién quiera que sea y todo organizado de una forma algo curiosa que odio. En cambio, mi mitad del cuarto está vacía, todavía no he guardado nada, ya que en cuanto he llegado mi compañera de habitación me ha echado, literalmente. Eso sí, tengo todo ordenado, pero a mí manera: el desorden es algo que me pone enferma. Aunque solo me gusta mi orden.

Me pongo el pijama, o al menos, lo que he traído para dormir. Se trata de una camiseta enorme negra y unos pantalones cortos del mismo color. Todo sencillo, a mi gusto.

Después de cambiarme me pongo los auriculares y empiezo a leer el libro que me ha dado el chaval de antes.

La verdad es que no está nada mal, aunque puede que sea demasiado cursi, pero no lo sé, hay algo que me engancha y, de hecho, se me olvida que debería cenar. Pero no me importa.

Bea entra en la habitación interrumpiendo mi cómodo y reflexivo silencio.

- ¿Cenas? – Pregunta directamente, sin saludar siquiera, cosa que le agradezco, por cierto.

- ¿Tú ya lo has hecho?

- No. Quería saber si venías.

Me pongo una chaqueta encima de lo que llevo puesto y me acerco a ella a modo de respuesta. Me invita a pasar delante y acepto. Detrás de mí cierra la puerta con cuidado y me guía hasta el comedor.

Al llegar están todos: Zury, Liam, Sara, Juanjo, Geray y su novieta esa... – Añade mi subconsciente – y otro que no he visto en mi vida.

- ¿Y ese? – Le pregunto a Bea señalando con la cabeza al nuevo.

- Se llama Bruno. – Por algún motivo me resulta familiar ese nombre, pero ahora no caigo. – Es muy amable. – Dice a continuación.

- Ya...

Nos acercamos y le pongo mi mayor cara de asco a la tía de la puerta decorada y me doy cuenta de que parece enfurecida mientras habla con Geray. Hago todo lo posible por enterarme de la conversación. Me parece que la chica se ha enfadado con él por dejarla plantada.

- ¡Hola! – Oigo decir a varias personas a la vez.

Miro rápido hacia su dirección un segundo y continúo "espiando" a la pareja.

- Soy Bruno. – La voz me llama la atención y lo miro. Además de una bonita voz, es atractivo. Bastante atractivo.

- Lara, pero no me gusta que me llamen por mi nombre.

- De acuerdo. – Me sonríe y creo que los dos damos por terminada la conversación. Pues no. - Entonces pensaré alguna forma original para llamarte.

Eso me descoloca un poco, ni para bien ni para mal.

Bruno se vuelve a sentar con el resto y yo cojo una silla de la mesa de atrás, donde me parece que una chica se quería sentar. La coloco entre Zury y el nuevo. Los dos se echan a un lado para hacerme un hueco.

El grupo mantiene una conversación tras otra mientras yo me dedico a pensar un poco en todo. Ha sido el primer día y estoy agotada. Mañana empiezan las clases y no tengo ni idea del funcionamiento de este lugar.

Cuando ya no tengo más temas sobre los que pensar comienzo a prestar atención a lo que dicen mis compañeros y me llama la atención saber que Zury no se aloja en el mismo pasillo que nosotros. Al principio me cuesta comprenderlo, pero después nos explica que es porque al estar becada tiene que estar en otro lugar, con el resto de los becados. No me importa. De todas formas parece que han formado un grupo al que ella también pertenece y yo... Bueno, yo estoy aquí de chiripa, por decirlo de alguna manera.

Todas las razones por las que te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora