CAPÍTULO 7

95 8 22
                                    

Al final me he decantado por salir del campus e investigar por los bares y restaurantes más baratos de la zona y me he comprado un bocadillo de una barra entera de jamón y queso con tomate y aceite. Como quedarse en el bar costaba más dinero de lo que cabe en mi presupuesto semanal me he ido al parque de al lado a sentarme en un banco. He tardado casi veinte minutos en encontrar un sitio alejado de la multitud.

Me faltan dos bocados para terminar el bocadillo que, por cierto, está delicioso. Me siento, me pongo los auriculares, que menos mal que los llevaba encima, y miro las notificaciones del móvil.

Hay cinco:

"Tía, cuando te vayas de casa avísanos que queremos pasteles de esos que hace tu madre, así no molestamos." Eso lo ha dicho Lucía por el grupo del cual acabo de salir. Pero qué morro tienen estas dos, ¡es increíble!

"Hola, soy Dani, tu padre. ¿Cómo ha ido la mudanza? Jejeje." De esto mejor no opino.

"Cariño, le he dado tu número a tu padre.😊" Gracias por la información, mamá, pero ya me he dado cuenta. ¿Y por qué utiliza emoticonos? Ignoro el mensaje.

"Hola, ¿dónde te has metido? Soy Sara, por cierto." No sé si fiarme acerca de quién es, pero su foto de perfil lo demuestra bastante bien. Me pregunto cómo habrá conseguido mi número, más bien dicho, mi mail, que es por donde he recibido ese mensaje en particular.

El último es todavía peor que el resto: "Buenos días, guapa. Antes he visto que has salido de la residencia y me preguntaba si te apetecía venir a comer conmigo." Tengo cero ganas de contestar a nadie, pero es que a este tío menos aún. Que alguien me explique cómo se puede ser tan... tan cabezón, tan pesado, tan sumamente tonto, no sé, no lo comprendo.

- ¿Puedo sentarme aquí o va alguien? – Me pregunta una voz desconocida.

- Está ocupado. – Digo sin mirar. Al ver que se aleja acabo mi frase. – Me refería a que está ocupado por ti.

- Ah, bien, gracias. – Me regala una sonrisa cuando levanto la mirada.

- Vale. – Respondo secamente.

Lo miro de reojo y veo que saca un libro que no me suena para nada, cosa bastante peculiar ya que, aunque no haya leído todos los que existen, me suelen sonar. No quiero parecer cotilla, pero si lo soy, lo soy. Es culpa de mi familia...

- Oye, ¿qué libro es ese? – En mi voz se nota la intriga, espero que no demasiada como para parecer una psicópata o algo así.

- Lo escribió un amigo mío. Por el momento no hay muchas copias porque prefiere que lo leamos sus amigos cercanos para opinar. – Me cuenta una historia muy larga para mi gusto, pero raramente no me cansa.

- Ah, es... – No encuentro la palabra exacta – interesante. – Acabo diciendo.

- Sí, es bastante interesante. – Sonríe de nuevo. Cierra el libro y es entonces cuando comprendo que quiere mantener una conversación conmigo. Como supongo que tratará sobre el libro me quito los auriculares para prestar atención con los cinco sentidos alerta. – Se titula "Todas las razones por las que te quiero". – Dice.

Me quedo pensando, alzando un poco la vista hacia el cielo, con las rodillas recogidas en el pecho. Opino que es un título excelente, bueno, si tiene que ver con lo que hay expresado a lo largo de las páginas, pero se me ocurren miles de ideas para desarrollar algo así, a partir de esa frase.

- Es genial, creo que... sí, es genial. – No sé qué decir, la verdad.

- ¿Tú crees?

- ¿Tú no? – Creo que es la primera vez en la vida en la que sueno borde y no quería. – Quiero decir: sí, es muy bueno. A ver, desconozco todo lo que se esconde en su interior, pero me parece sencillo y bonito, además de original.

Todas las razones por las que te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora