CAPÍTULO 10

82 7 14
                                    

Sin embargo, no lo logro. Empiezo a sollozar y me tiemblan los hombros. Steve parece haberse percatado de ello porque me abraza con más fuerza y, aunque ese gesto debería recomponerme, rompo a llorar. Hacía mucho tiempo que no lloraba, y menos en frente de alguien, y ya ni hablemos de que ese alguien sea medio desconocido.

Steve es muy agradable. ¿Por qué pienso eso? Y, ¿por qué estoy llorando? No lo sé. No sé nada. El caso es que no me suelta hasta que yo me aparto y no tengo muy claro por qué lo hago. Suelo mirar a los ojos a todo el mundo en todo momento, pero ahora mismo me veo incapaz, prefiero prestar atención al suelo, aunque no tiene nada de interesante.

Con dos de sus largos dedos, me levanta la barbilla para que lo mire y me siento avergonzada de que me haya tenido que ver en estas circunstancias.

- ¿Mejor? – Me pregunta agradablemente, con una sonrisa tierna que nadie antes me había regalado.

Me encojo de hombros y me muestra su reluciente sonrisa de nuevo. Intento devolverle el gesto: no puedo.

- ¿Necesitas algo?

- No, no, ya está. - Me paso una mano por la cara. - Además, has quedado con tus amigos y... Michelle, ¿no? – Doy hincapié en ese nombre y tampoco sé el motivo.

- ¿Qué insinúas? – Parece confuso, pero a la vez parece que entienda algo que yo no.

- No, nada. – Nos quedamos en silencio. - ¿Sigues con Lu?

- ¿Con Lucía? Qué va... – No sé si lo dice triste o más bien neutro.

- Ah.

- Me dijo que desde mi aparición había perdido algo importante y... ya sabes.

- Ah.

- ¿Por qué me lo preguntas? – Enarca una ceja y, aunque intente disimular, se nota que está impaciente por mi respuesta.

- Curiosidad. – Los dos asentimos.

Empezamos a andar sin destino alguno en silencio hasta que solo queda media hora para mi quedada y nos despedimos con una media sonrisa cada uno, sin mediar palabra.

Mientras camino pienso. Las palabras de Steve me persiguen: "Me dijo que desde mi aparición había perdido algo importante y... ya sabes." Y la verdad es que no, no sé a qué se refiere.

Estoy tan centrada esperando en el muro que ni siquiera me doy cuenta de que Marcos está a mi lado.

- Buenas. – Saluda.

- Hola. – Digo.

- ¿En qué piensas?

- Nada de tu incumbencia. Salvo el hecho de que ayer me quitaras el móvil y rebuscaras en él a saber qué.

- Lo siento. Solo quería tu número de teléfono.

- Me da igual que lo sientas, eso no arregla nada. Y me lo podías haber pedido, pese a que no hubiera aceptado.

- ¿Qué puedo hacer?

- ¿Empezamos? – Digo, cambiando de tema.

Durante la siguiente hora nos dedicamos a reflexionar sobre cada una de las palabras del libro. Le comento todas mis anotaciones y discutimos en algunos aspectos en los que estamos en desacuerdo. La estancia no está mal, y la compañía imaginaba que sería peor.

Tocamos todos los temas de la novela y nos dedicamos a opinar continuamente. Está bien saber que todavía existen personas en el mundo capaces de no ser estúpidos a todas horas.

- No Marcos, es algo ficticio. Este tipo de cosas no les pasa a nadie, no son para nada reales. – Es justo en ese momento, al nombrarlo, cuando se me ocurre la idea de preguntarle algo sobre lo que tengo mucha intriga desde el principio. – Por cierto... – Antes de decir nada intento pensar algo ingenioso y no tan directo. – ¿Conoces a una tal Sofía? – Digo intentando quitarle importancia. Abre un poco la boca, algo sorprendido tal vez, pero enseguida recupera su compostura inicial.

Todas las razones por las que te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora