CAPÍTULO 27

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Me despierto ante el estruendo proveniente de la planta baja de la casa.

Me levanto de la cama, paso por el baño para lavarme la cara y bajo.

- Buenos días. - Mamá es la primera en verme.

Alzo la cabeza a modo de saludo.

No entiendo por qué todos siguen ahí.

Me dirijo hacia la cocina para coger mis cereales y, al llegar, me encuentro con Bruno, Maikel y Liam.

- Buenos días. - Saluda Liam.

- Ei, Lala. - Dice Maikel, a la vez.

Espero la cálida bienvenida de Bruno, pero esta no llega. Qué estúpido, podría decir algo.

Abro el armario donde tengo mis cereales, pero no están.

- ¿Buscas tus cereales? - Pregunta Maikel.

- Sí. - Murmuro algo irritada por no encontrarlos.

- No serán estos...

Vaya, si Bruno está vivo. Y sí, claro que son esos. ¿No ve que no hay otros?

Me acerco hasta él para cogerle la caja de las manos, pero levanta el brazo y, por mucho que quiera, no sirve de nada esforzarse porque está claro que no llego.

Le doy un ligero manotazo en el brazo derecho, pero ni se inmuta.

Chasqueo la lengua, cada vez más molesta.

- ¡Chicos, venid! - No sé quién nos llama, pero no me importa. ¡Quiero mis malditos cereales!

De todas formas, Liam y Maikel hacen caso y se van de la cocina.

- Bruno. - Quiero seguir hablando, pero me interrumpe.

- Soy todo oídos.

- Dámelos. - Exijo tras un suspiro.

- ¿Los besos? - Sonríe maliciosamente.

¡Aaahhh! Quiero chillar. ¿Se puede saber qué necesidad tan grande tiene de molestarme?

Entonces baja el brazo. Sin embargo, cuando me acerco, ya ha vuelto a subirlo.

- ¡Que dejes los cereales ya!

- Pero no te enfades, princesa.

- ¡No me llames así, idiota!

Ríe sonoramente y deja mi caja de cereales en paz. Pero la deja en un estante al que tampoco llego.

- Ya está. Ya los he dejado.

Resoplo y me pongo de puntillas para intentar alcanzarlo. Es inútil, ni de broma alcanzo.

Opto por subirme a una silla, pero todas las de la cocina están en el salón porque no había suficientes para todos, ayer.

Vuelvo a resoplar.

Y es entonces cuando siento que alguien se acerca a mí por detrás. Qué bien huele. Y, solo con eso, sé perfectamente de quién se trata.

¿Cómo puedo odiarlo y quererlo tanto al mismo tiempo? Es decir, no lo quiero, pero... a veces es... amable. Eso es, amable. Pocas veces, pero de vez en cuando.

Lentamente, apoya la mano izquierda en mi cadera, conmigo delante, y levanta el brazo derecho para coger los cereales de las narices. No sé cómo se las apaña para hacerlo tan lentamente. Es desquiciante y emocionante a partes iguales.

Una vez tiene la caja a su altura, la apoya en el mármol. Me acerca todavía más a su pecho y me da un pequeño beso en la cabeza.

Sin darme cuenta me sonrojo. En cualquier otra circunstancia me hubiera parecido vergonzoso, y más aún si hubiese sido yo la expectante. Porque, en efecto, Liam está parado en medio de la cocina, observando el panorama. Así que probablemente haya visto todo el espectáculo.

Todas las razones por las que te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora