CAPÍTULO 20

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Solo ha pasado una semana, pero echaba de menos esta casa. Aunque, más que la casa, quería ver a mi hermana pequeña. Nunca se lo he dicho ni tengo pensado hacerlo, pero es la personita a la que más quiero.

Además tengo intriga por conocer a la estupenda adolescente que viene de África...

Mierda. Me he dejado las llaves de casa en la residencia.

Llamo a la puerta.

- ¡Lara! - Exclama mi madre emocionada.

- Mamá.

Me abraza y me dejo hacer. Unos segundos más tarde oigo a alguien corretear. Pese a tener ya diez años, Olivia parece un bebé, pero supongo que es mi bebé. Aún así, creo que es la única niña de diez años tan infantil, pero tampoco hay prisa en que crezca al ritmo del resto porque eso querría decir que, en menos de dos años, ya estaría fumando en un banco. Y como la vea con un cigarro antes de los dieciocho no será mi hermana hasta que lo deje.

- ¡Lara! - Grita mi hermana por todo lo alto.

Se sube encima mío y la atrapo.

- Pensaba que no ibas a venir. - Me dice.

- Pues ya ves, aquí estoy. - La ironía se percibe perfectamente en mi voz, pero seguramente ella no se habrá dado cuenta.

La bajo cuidadosamente y entro a la casa. Liv me coge del brazo y me lleva a toda prisa hasta el salón, donde está la supuesta Alika y un hombre al lado.

¿Daniel? Me giro hacia mi madre y me ruega con la mirada que no diga nada. Bien, no diré nada, si eso es lo que quiere.

- Hola. - Dice la niña, tímida.

- Hola. - Le devuelvo el gesto sin mirarla, porque estoy demasiado centrada en el hombre que está en mi casa, pero así por lo menos no se lleva la peor primera impresión de mí. Que se piense que no la odio.

Es cierto que odiar a la gente es cómo un hobbie para mí, pero no sin antes saber algo sobre dicha persona.

Quiero subir a mi cuarto, pero Liv se adelanta.

- Alika y yo hemos estado haciendo galletas y se está convirtiendo en toda una experta.

- Qué bien. - Respondo totalmente neutra. Aunque por dentro deseo y rezo a Dios porque no me ofrezcan ni una sola galleta de esas.

Ahora sí, voy a mi habitación. Noto cómo mi madre me sigue.

Al llegar me quedo de piedra.

- ¿Qué es todo esto?

De repente, mi cuarto se ha convertido en una sala de colores, nada parecida a mi antigua habitación.

- Ahora es de Alika. - Responde mi madre, no muy segura de sí misma.

- Ah, muy bonito, mamá. Me voy una semana y ya me has olvidado.

- Cariño...

- Sí, sí. Si lo entiendo: la niñita necesita una habitación y no la puede compartir con Liv porque... ¿por qué? - Sé que no va a decir nada al respecto, pero al menos le he dejado claro que me ha molestado. ¿Acaso no entiende que es mi habitación?

- Espero que trates bien a Alika.

- Perfectamente. - Murmuro sarcásticamente.

Empieza a decirme que como yo no iba a pasar mucho tiempo por aquí lo mejor era aprovechar la habitación. Mi pregunta es por qué no comparten la de mi hermana.

- Mamá, me estás aburriendo. - Insisto por segunda vez.

- ¡Hija! - Me riñe.

- Hostia, mamá. Es que es mi habitación, ¿no lo entiendes? Ni siquiera me has preguntado. Tengo aquí mis cosas. Estaba todo puesto de cierta manera que a mí me encantaba y ahora es rosa, azul... - Me pongo las manos en la cabeza, desesperada. - Díos mío, una pesadilla sería mil veces mejor.

Todas las razones por las que te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora