CAPÍTULO 19

56 6 8
                                    

En cuatro minutos llegará el autobús y todavía no he salido de mi habitación. Necesito que ese par de idiotas se larguen para poder maniobrar bien.

No parece que tengan intención de hacerlo y no tengo ni idea de qué voy a hacer. ¿O sí?

Vuelvo a la puerta de su habitación. Esta vez es Michelle la que me recibe, con un sujetador que permite ver la inexistencia de sus tetas. Me río por lo bajo y me enfoco en lo que he venido a decir.

- Bea me ha llamado para decirme que Sara viene con un chico a... ya sabéis. Me ha pedido que os avise para que no estéis aquí cuando lleguen.

Michelle me mira con una ceja enarcada. Espero que se lo hayan creído, porque es mi último recurso.

- Podemos ir a mi habitación. A Steve seguro que no le importa. - Asegura Bruno desde el fondo de la habitación, tumbado en la cama con unos calzoncillos de los que preferiría no hablar.

- Bien, solucionado. - Sonrío malévola y vuelvo a mi cuarto.

Dos minutos para que llegue el bus.

Joder, cómo tardan...

¡Por fin! Ya están fuera.

Me doy prisa en lanzar el papelito a través de la pared y escondo el agujero con una mochila. Le devuelvo el bolígrafo a Bea, cojo mis cosas y salgo corriendo.

Un minuto.

Corre, corre, corre. Solo me faltan unos metros para llegar. Veo el autobús.

Se marcha...

Corro todavía más deprisa y parece que está frenando. Doy un último sprint y consigo llegar, jadeando.

Las puertas se abren y subo. El conductor me mira como pidiendo que le agradezca este diminuto gesto que ha hecho por mí. Obviamente, paso de él y sigo con lo mío. A fin de cuentas, este es su trabajo, mientras le paguen puede estar feliz.

Rebusco la tarjeta en mi bolsa y el autobús se empieza a mover a gran velocidad. No me da tiempo a cogerme a nada, pero por alguna extraña razón no acabo en el suelo. Alguien me ha cogido.

Por suerte he caído hacia uno de los asientos y alguna buena alma se ha dispuesto a no dejarme caer.

Encuentro la tarjeta.

Me agarro con una mano en el mismo asiento en el que he caído para impulsarme y levantarme. Paso la tarjeta por la máquina y me quedo en el sitio.

- ¿Estás bien? - Oigo a mi espalda.

¿Por qué no iba a estarlo? De verdad que hay cada personaje por ahí suelto...

De todas formas, y no sé por qué, decido girarme y me encuentro de frente a Maikel, que se acaba de levantar para acercarse a mí.

No me lo puedo creer.

No le digo nada y, aprovechando su fuga del asiento, lo ocupo yo. Miro al frente sin pestañear.

De fondo oigo que me dice cosas, pero no me apetece escucharlo.

- ¿Estás enfadada?

- Después de toda tu vida conviviendo a mi lado me parece increíble que todavía no entiendas nada sobre mí.

- Así que estás enfadada. - Susurra, desanimado.

- No. No estoy enfadada, estoy hasta los cojones. ¿Qué haces tú aquí? - Le pregunto molesta.

- Ya te lo he explicado.

- Sabes de sobra que te he estado ignorando.

- Entonces no debe importarte demasiado.

Todas las razones por las que te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora