CAPÍTULO 11

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En mi defensa, tengo que decir que desde el exterior no se podía ver esta inmensa fila sin fin de personas.

Alguien me toca el hombro derecho y me giro hacia ese lado. No hay nadie. Me vuelvo hacia el lado contrario y ahí está Bruno. Qué gracioso... Pongo los ojos en blanco.

- No te veo muy animada. – Me dice sonriendo de oreja a oreja.

- Pues estoy como siempre, estúpido. – No. Me duele el pecho solo al decirlo y admitirlo es mucho peor, pero... me siento mal. En realidad no sé cómo se siente alguien al sentir algo malo que ha hecho o dicho, pero supongo que es una molestia en el estómago y ahora mismo es así cómo me siento. – Vamos, que sí, estoy bien. – Intento corregirme. Mi voz no suena lo convincente que me gustaría, pero por lo menos he conseguido que la mirada triste que le he provocado hace unos segundos desaparezca y sea reemplazada por una media sonrisa, aunque ninguna comparación con la que lleva siempre. Si es que la estúpida soy yo.

- Mejor. Bueno... ya me voy, solo he pasado por aquí porque te he visto. – Mi estómago da un brinco, esta vez de felicidad, creo.

- Bien. – Las palabras no me salen, tampoco se me ocurre nada que decir.

Se aleja y lo observo detenidamente. No me había fijado en los pasos tan largos que da. Cada vez lo veo más pequeño y siento una diminuta presión en el estómago. ¿Qué me pasa? De repente se me ha pasado el hambre y por mucho que no me apetezca volver a la habitación con Bea tengo el presentimiento de que es lo idóneo en este precioso momento.

Mientras camino pienso en él. He leído demasiado como para saber que es un síntoma de la peor enfermedad: el amor. Aún así creo que me estoy obsesionando. Además, no tiene ningún sentido que me atraiga ahora si lo conozco desde hace... unos días. Y tampoco tiene ninguna lógica que pase así, de repente. En fin, ha sido un lapsus mental, a todo el mundo le pasa, ¿no?. Aunque es el segundo lapsus que tengo.

No. No debería siquiera molestarme en darle más vueltas.

Cuando me doy cuenta ya estoy en el pasillo y no me puedo creer que haya llegado inconscientemente a la habitación número 3: la de Bruno, quiero decir, la de Steve y su compañero, que casualmente es Bruno.

Creo que he llamado a la puerta porque de pronto se abre y menos mal que aparece Steve y no otra persona.

- Hola, Lara. Qué guapa. – Me halaga.

- Vale, tú no. – Digo, mientras intento mirar por detrás de su hombro el interior del cuarto.

La puerta se cierra, más bien, él me la cierra en mis narices y no lo culpo. Vaya. No lo he dicho con mala intención, simplemente me ha salido solo. No sé si el "tú, no" ha sido en referencia al "qué guapa" o al pensamiento que tenía acerca de que Bruno fuese el que apareciese al otro lado de la puerta.

- Steve, yo... – Elevo el volumen para que me oiga bien mientras desaparece y comprenda que ha sido sin querer. – Que a ver, no es para tanto. – Lo puedo intentar quinientas veces, que jamás seré capaz de pedir perdón.

La puerta se abre de nuevo. Steve suspira.

- Gracias por tu bonito comentario. – Me dice irónicamente, claro.

- ¿Está...? – No me veo capaz de acabar la frase, así que miro un poco tras él para ver si me comprende.

- ¿Bruno? – Enarca una ceja.

Trago de manera algo exagerada y asiento. Primero hace un gesto de confusión y después añade:

- Se ha ido con Sofía.

- ¿Sofía? – Ni idea de quién es esa chavala. Más que una pregunta es una afirmación o reflexión interior para descubrir quién es esa tal Sofía.

Todas las razones por las que te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora