CAPÍTULO 37

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Sueño que estoy en una playa Caribeña muy tranquila. No hay nadie más, así que disfruto de las vistas y el recorrido de las olas yo solita. Me tumbo en la única hamaca que veo y cojo el libro que me he traído.

Pretendo pasarme diez horas en esta misma posición, pero, al parecer, alguien tiene otros planes.

De repente, siento algo en los ojos, como una venda. Rápidamente, me viene a la cabeza el recuerdo del día que me llevaron al Palau Blaugrana en estas mismas condiciones. Bueno, allí también me pusieron unos auriculares con la música a todo volumen.

- ¡Lara! - Chilla alguien como si estuviese poseso. - ¡Lara!

Intento abrir los ojos, pero es bastante complicado hacerlo con un trapo sobre ellos.

- ¡Lara! - Repite la misma voz.

- ¿¡Qué quieres, coño!? - Respondo de mala gana.

- ¡Felicidades! - Exclama.

Oh, dios mío. No puede ser.

Todavía estoy algo dormida, pero reconozco esa voz: es Bruno.

- ¿Bruno?

- Preferiría un "gracias", pero sé que no va a llegar. - Bromea, aunque tiene toda la razón. - Venga, deprisa. - Me coge con fuerza de un brazo y me levanta.

¿Pero este hombre qué se supone que está haciendo? Hace meses que no lo veo, lo conozco de una sola semana y la última vez que lo vi no tuvimos lo que se conoce como una "conversación decente".

- ¿Se puede saber qué estás haciendo? - Pregunto mirando a no sé qué, ya que el trapo viejo y sucio no me permite ver ni mis pensamientos.

Bruscamente, me desato el nudo que acaba en mi nuca y me deshago de la venda, trapo o lo que sea.

Y ahí, frente a mí, está el Bruno más sonriente que he visto en mi vida. Aunque tampoco es que lo haya visto demasiado con consciencia.

- Estás preciosa, cumpleañera. - Dice muy convencido de sí mismo.

- Me acabo de levantar. - Replico frotándome los ojos.

- ¿Acaso eso importa?

Un poco sí. Bastante. Mucho, vaya.

- No deberías haberte quitado la venda. - Anuncia.

- Querrás decir el trapo de cocina de mi abuela. Y, además, estoy harta de que te pases la vida encapuchándome.

- Lo que sea; no deberías haberlo hecho.

- No me vengas con exigencias. - Le pido mientras empujo de su pecho para atrás.

- ¿Me echas de tu habitación?

- No sé qué has venido a hacer, pero yo ya tengo planes.

El primero: reflexionar sobre lo que acaba de pasar.

El segundo: pasarme el día en la cama.

El tercero: inventarme algún plan para que eso de que "ya tengo planes" sea cierto.

Bueno, son los dieciocho, sí que tengo algo que hacer...

- Por supuesto que tienes planes. - Bruno me saca de mis pensamientos. - De hecho, tenemos uno juntos. - Me corrige.

- Insisto, tengo cosas que hacer.

- Luego las haces. Ahora, vamos. - Impone.

La verdad es que me apetece pasar un rato con él. Como siempre, voy a ciegas, nunca mejor dicho. Pero si se trata de algo que vamos a hacer juntos... No suena tan mal.

Todas las razones por las que te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora