𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑰𝑿

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TW: Mención de sangre, parto, muerte, desnutrición, abandono

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TW: Mención de sangre, parto, muerte, desnutrición, abandono.

Gilbert nunca tuvo pesadillas, o no al menos hasta que salió de Avonlea. Ninguna tan fuerte como para perturbar su sueño, no hasta que dio comienzo su estancia en el barco.

Si bien al principio eran pequeñeces ridículas, tanto como ir desnudo a la escuela o demás, poco a poco empezaron tomando forma hasta convertirse en el mismo suceso cada noche.

Y cada misma noche Gilbert tenía miedo de volver a soñar.

Con el paso del tiempo se fue acostumbrando a la oscuridad que lo rodeaba al cerrar los ojos, al viento gélido y al acantilado al final del camino. Aunque esto no lo hacía más fácil.

Una vez más se teletransporta a aquel acantilado, la suave hierba verde le acaricia la suela descalza de los pies, haciéndole cosquillas a la altura del tobillo. La brisa es suave, y trae consigo un leve olor a salitre. Delante suyo hay un camino de hierba, distinguida por los bordes de flores.

No quiere caminar hacia el acantilado, nunca quiere, pero es como si una fuerza externa le obligará a avanzar hacia el borde.

No anda solo, tiene una acompañante.

A su lado, una mujer apenas más alta que él camina, viste un sencillo camisón blanco, y el pelo claro le cae suelto por la espalda.

Gilbert no consigue distinguir su cara, nunca puede, es como si una niebla se le interpusiera entre él y los rasgos de su rostro, volviéndolos borrosos. Pero, hay algo que lo desconcierta, y es que la mujer empieza a hiperventilar.

Las demás noches solo le acompañaba, como si fuese una sombra, siempre en silencio. Su frente empieza a brillar, la luz refleja contra el sudor de su frente, dando esa sensación. Parece envejecer diez años de golpe, sus pasos son más lentos, y por ende, los de Gilbert también. La carne se le pega a los huesos y unas grandes bolsas negras parecen instalarse alrededor de sus ojos. Parece cansada, sufriendo de dolor.

Trastabilla al andar y se lleva sus manos al vientre, Gilbert acompaña la acción con sus ojos y ojala no lo hubiera hecho. El camisón, antes blanco impecable ahora se pega a su cuerpo esquelético por culpa del sudor, y la zona de tela que cubría la entrepierna estaba empapada de sangre roja.

La mujer agoniza, aunque no sale ningún ruido de su boca. Gilbert quiere acercarse, pero no tiene el control de su propio cuerpo, el cual le obliga a seguir caminando.

A lo lejos oye el llanto de un bebe, y entonces, después de meses, por fin descubre quién es aquella mujer que tantas veces le ha acompañado hasta el acantilado.

Su madre.

Un escalofrío recorre su espalda desde la nuca hasta el final. Cada segundo que pasa se siente más impotente, su madre, a su lado camina con dificultad, en medio de un parto que da fin a su vida. Detrás de él, la mujer se desploma, rodeada en un charco de sangre.

Los ojos le queman por las lágrimas pero se obliga a mirar hacia delante.

Pronto, aparece otra persona a su lado. Está vez si que sabe quien es, Gilbert sería capaz de reconocer esos ojos, esa sonrisa y esas pecas incluso en el fin del mundo. Su pelo color fuego se mueve junto al viento.

Está igual que siempre, con un sencillo vestido color azul, tan guapa cómo la última vez que la vio. Anne habla, siempre lo hace, pero nunca escucha, nunca oye. Anne no emite ningún sonido.

A su lado se siente cómo solía sentirse en Avonlea, en casa, pero con un hueco vacío. Al fondo, detrás del acantilado se empieza a formar una tormenta. Lluvia, trueno, un rayo.

Y cómo si hubiese aparecido gracias al rayo al fondo, en el borde, aparece una silueta oscura.

Un rayo, otro.

Y la figura por fin empieza a tomar forma. Es igual de delgada que su madre, misma figura demacrada, mismas ojeras, mismo cansancio. Emma.

Su ropa está rota, sucia de hollín y carbón. El gorro deja escapar unos mechones de pelo, sucios de aceite. La nariz le sangra, al igual que los nudillos. Tiene los labios cosidos con hilo.

Me giro a ver a Anne, quien también tiene la vista clavada en la pobre figura de Emma, pero, no la mira con pena o impotencia, cómo lo hace Gilbert, la mira con fascinación, aguja e hilo en mano la mira cómo a los libros que tanto lee.

Llega a su lado, y más de cerca, se da cuenta de que la chica tiene las manos y los pies atados con cuerdas ásperas. Está encadenada al acantilado, no se puede mover. Anne entrelaza su mano con la de él, y ambos se paran frente a Emma, quien los mira con cuidado.

Gilbert quiere decir algo pero no es capaz de articular ninguna palabra. Emma le mira. Anne le mira. Y él, él no puede hacer nada.

– ¿Tú también me abandonas? – pregunta Emma, antes de empujarlos a ambos.

Haciéndolos caer por el acantilado.


Nota de autora: ¿No estaré yo actualizando durante dos semanas seguidas? 

Espero que os haya gustado el capitulo de hoy, es corto para variar 😂

Pronto se acaba la etapa en el barco con sabor a frambuesa, y puedo decir que en el ultimo capitulo se vienen cositas ¿teorías? Calculo que para este final de acto faltan alrededor de dos o tres capítulos como mucho.

𝑻𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒇𝒊ó 𝒎𝒊𝒔 𝒔𝒖𝒔𝒖𝒓𝒓𝒐𝒔 [𝑮𝒊𝒍𝒃𝒆𝒓𝒕 𝑩𝒍𝒚𝒕𝒉𝒆 𝒙 𝑶𝑪]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora