𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑿𝑿𝑿𝑽𝑰𝑰

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PRIMERA PARTE

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PRIMERA PARTE

Volvía a ser primavera, las amapolas se habían apoderado del jardín, tiñendo todo de un precioso rojo. Aún así, la testaruda nieve que se negaba a derretirse aún bañaba las praderas de la tranquila Avonlea. Habían pasado casi dos años desde aquella fatídica noche, la última en la que estuvieron todos juntos.

Gilbert intentó no pensar en ello mientras hacía el camino de vuelta hacía su casa. En una cesta, balanceándola de un lado a otro, llevaba un saco pequeño de harina, un tarro de azúcar, otro de mermelada de arándanos, queso fresco y una docena de huevos.

— Si sigues balanceando la cesta de esa manera terminarás rompiendo los huevos. — Le riño Anne a su lado.

Fue... raro, al principio sobre todo. Hace mucho que daba por terminados sus sentimientos hacia Anne, sobre todo con Emma, pero había encontrado cierta tranquilidad en sus brazos, una calma que creía haber perdido hace mucho.

Gilbert, en vez de dejar de balancear la cesta se acercó a la pelirroja y la tiró de una de las trenzas, haciendo que sus mejillas se volvieran rojas del enfado. Le miró con unos ojos asesinos antes de empezar a reír y robarle el gorro con el que Gilbert se protegía del frío, nada más tener el trozo de tela y lana entre las manos echó a correr.

— ¡No es justo! ¡Yo tengo los huevos! — Gritó, haciendo que la chica se diera la vuelta para mirarlo a los ojos y le sacara la lengua.

— Antes no te importaban tanto.

Gilbert sonrió una ultima vez, murmurando algo para sus adentros antes de echar a correr detrás de la pelirroja.

[...]

Era tarde, muy tarde. El sol ya se había puesto y la noche se había vuelto oscura y densa. No era seguro volver ahora, no cuando ya no había visibilidad alguna y las temperaturas seguían siendo tan bajas. Por eso estaba ahí tumbado, mirando el techo del cuarto de Anne, en casa de los Cuthbert, dándole vueltas una y otra vez a cómo tendría que soportar mañana el mal humor de Bash.

Los Cuthbert habían insistido mucho, y Gilbert no era capaz de decirles que no, aparte de que tenían toda la razón del mundo no dejándole ir. Así que cerró los ojos, siendo consciente de que quedarse era lo mejor que podía hacer en ese momento.

— ¿Estas dormido? — Le preguntó Anne desde la cama que tenía al lado.

Suficiente era ya que le dejaran quedarse en su casa, Gilbert no iba a dejar que Anne durmiera en el suelo. Por mucho que la chica hubiera insistido.

— No. — Contestó en un susurro.

— Sube.

Gilbert solo asintió y se tumbó al lado de la pelirroja, quien se había echado a un lado para dejarle un sitio.

— Diana se va a enfadar si sabe que hemos dormido juntos. — Le dijo, girándose para mirarla a aquellos ojos tan verdes que tenía.

—¿Quién te ha dicho que vas a dormir aquí? — Anne le miró alzando una ceja, con una sonrisa asomando sus labios.

𝑻𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒇𝒊ó 𝒎𝒊𝒔 𝒔𝒖𝒔𝒖𝒓𝒓𝒐𝒔 [𝑮𝒊𝒍𝒃𝒆𝒓𝒕 𝑩𝒍𝒚𝒕𝒉𝒆 𝒙 𝑶𝑪]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora