𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑿𝑿𝑽

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Se oían los pájaros piar en las copas de los árboles

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Se oían los pájaros piar en las copas de los árboles. El frío empezaba a inundar Avonlea, haciendo que los bosque se tiñesen de blanco, perdiendo todo verde al paso de la nieve.

Anne, Diana, Cole y Emma se encontraban agachados entre las paredes de palos que conformaban la improvisada cabaña. Las tres chicas miraban con cariño a Cole, quien le daba forma a un trozo de barro con las manos.

Hacía apenas media hora que el chico había salido corriendo de la escuela, dejando a todo el mundo estupefacto mientras le plantaba cara al señor Phillip. Emma quiso aplaudirle, pero una mirada seria de Gilbert bastó para quitarle esa idea de la cabeza.

Anne intentaba hacerlo entrar en razón, Diana le daba la mano en señal de apoyo, de que estaba ahí. Y Emma solo observaba la escena desde fuera, como quien ve una obra de teatro. Vivía el momento pero no podía cambiar la historia.

Él había decidido no volver, y viendo la escena que había montado, comprendía muy bien la decisión de Cole.

— Hoy me ha intentado hacer daño, Anne. — Le dijo a la pelirroja cuando esta le preguntó el por qué del odio que el señor Phillip sentía hacia Cole. — Me hizo daño a mí porque no era capaz de castigarse a sí mismo.

Las tres lo miraron sin entender.

— ¿Por qué? — Se atrevió a hablar por primera vez Emma.

La mirada fría de Cole se conectó directamente con la de ella. Sus ojos destilaban odio, no hacia Emma, sino a la persona de la que hablaba.

— Por ser como yo.

— Soy como Josephine Barry. — Dijo con cuidado, agachando la cabeza para protegerse de posibles ataques.

— Pero con chicos. — Terminó Anne la frase, con un deje de ternura en la voz.

Tanto Anne como Diana lo abrazaron, Emma, en cambio, le miro por encima del hombro con una sonrisa orgullosa.

— Gracias por confiárnoslo.

Y como sonrió Cole.

[...]

Emma bajó de Terramonta, su caballo y lo guió con cuidado hasta los establos. El sol ya empezaba a esconderse detrás de las montañas, dejando paso a la oscura noche y a la brillante luna.

Entró con cuidado, quitándose las botas y sacudiendo los restos de nieve de estas. Sus pies desnudos tocaron la madera caliente, haciendo que un escalofrío la sacudiese. Camino intentando hacer el menor ruido posible y, de puntillas, intentó alcanzar el tarro que coronaba la repisa más alta.

Bash tenía un extraño empeño en dejar el tarro de galletas donde Emma no pudiese llegar fácilmente y así evitar que "desaparecieran". A veces las escondía, aunque no duraban mucho porque siempre lo terminaba encontrando, y otras veces Emma tenía que hacer una escalera improvisada para poder llegar.

𝑻𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒇𝒊ó 𝒎𝒊𝒔 𝒔𝒖𝒔𝒖𝒓𝒓𝒐𝒔 [𝑮𝒊𝒍𝒃𝒆𝒓𝒕 𝑩𝒍𝒚𝒕𝒉𝒆 𝒙 𝑶𝑪]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora