𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑿𝑰

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– ¡¿Por qué coño vuelves a aparecer en los carteles, Emmeline?! – Gritó, escupiendo restos de saliva a su paso –

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– ¡¿Por qué coño vuelves a aparecer en los carteles, Emmeline?! – Gritó, escupiendo restos de saliva a su paso –. Ya era suficientemente difícil pasar desapercibidos con el retrato de hace cinco años y ahora van y te descubren. ¡No va a ver nadie quien no te reconozca!

El cartel donde anteriormente había un retrato de una niña de diez años, con el pelo ligeramente ondulado bien peinado con dos lazitos ahora estaba la foto de una mujer más madura. Era la primera vez que se veía reflejada, sus facciones más afiladas que antes y los ojos aún grandes le devolvieron la mirada. Tenía el pelo suelto y el gorro entre las manos, mirando hacia atrás, perdida, su cara estaba manchada de polvo.

Alguien debió de sacar la foto cuando dejo a Ruth descansar y ellos se dirigían al barco. ¿Cuándo le habían sacado esa foto? ¿En qué momento? Maldijo en silencio mientras observaba la información del cartel.

Fue vista por última vez en el puerto de Trinidad. Vestimenta de varón, cara oculta tras un gorro viejo. Reportar inmediatamente si es vista.

Recompensa: 15000 libras.

– Tienes que abandonar el barco. – Dijo de la nada, Emma permaneció en silencio, observándose todavía a si misma.

– ¿Cómo?

Todo rastro de sangre abandonó su cara, no podía abandonar el barco, todavía era muy pronto, demasiado. Solo necesitaba tres años más, ese era el plazo que habían acordado.

– Tu amigo ha venido a hablar conmigo antes, un chaval muy energético para la poca carne que tiene, me ha pedido permiso para que abandones el barco junto a él y el otro.

– ¿Amigo?

– El flacucho compañero de catre.

Gilbert, él y su nariz entrometida. Sabía que le causaría problemas a largo plazo, lo que no esperaba es que tan pronto.

– Ha pedido tu dimisión en el barco, y ya he firmado los papeles.

Emma, que anteriormente había estado inmóvil, incapaz de formular ni una frase entera, pareció recobrar por fin conciencia, abalanzándose sobre la mesa para quedar frente a él encargado, mirándolo fijamente con una mirada que destilaba veneno. La ira recorría todo su cuerpo mientras seguía observando.

– ¡No puedes hacer esto! – Gritó. – ¡Me lo prometiste!

– Siéntate. – Dijo el otro tranquilamente.

– ¡NO! ¡Me lo dijiste! ¡Me prometiste que estaría a salvo! ¡Qué no volverían! ¡QUÉ NO LES DEJARÍAS VOLVER!

– ¡Se lo prometí a mi hermano, no a ti! ¡Y a él también se lo advertí en su momento! – Respiro varias veces, en un intento de rebajar la voz.

Cualquiera podría escuchar nuestros gritos, cualquiera descubrir quién era ella y quien la había ayudado. Cualquier paleto de ellos sería capaz de sumar dos y dos y acabar con todo el barco si así le place. Era lógico querer mantener un perfil bajo, una conversación calmada y civilizada. Pero Emma no era calmada ni civilizada, estaban apunto de echarle a la boca del lobo y no estaba dispuesta a reparar en terceros. Quería respuestas, y las quería ahora.

𝑻𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒇𝒊ó 𝒎𝒊𝒔 𝒔𝒖𝒔𝒖𝒓𝒓𝒐𝒔 [𝑮𝒊𝒍𝒃𝒆𝒓𝒕 𝑩𝒍𝒚𝒕𝒉𝒆 𝒙 𝑶𝑪]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora