𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑿𝑰𝑽

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El tren traqueteaba sin parar mientras al otro lado de la ventana el paisaje estaba en constante movimiento

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El tren traqueteaba sin parar mientras al otro lado de la ventana el paisaje estaba en constante movimiento. En otra situación hubiese disfrutado del viaje, siempre lo había hecho, pero su mente estaba en otro universo.

Hace una semana que Emma le enseñó su escondite, hace una semana que robaron comida de la cocina y hace una semana que se besó con Emma.

No recordaba mucho a partir de ese punto, no sabía cómo consiguieron llegar al camarote, como se cambiaron de ropa ni cómo fue capaz de despertarse la mañana siguiente. Pero sí que recordaba el sabor a frambuesa de los labios de Emma, lo bien que se sentía acariciarle la mejillas rosadas por el alcohol, o las manos de la chica en su cuello haciéndole cosquillas.

Estuvo distraído durante toda su jornada, sin parar de pensar en ese momento.

¿De verdad había besado a Emma? Pero eso solo lo hacían las parejas casadas, y ellos no eran pareja ni estaban casados. Y aun así le otorgó sus primeros besos, frutos de aquel líquido color sangre.

Mierda, pensó, eso se le había ido de las manos.

Por otra parte, Emma no parecía incómoda en absoluto, cuando se encontraron en el comedor ella hizo como si nada, aunque Gilbert tampoco se atrevió a preguntarle.

Alguna vez ya había escuchado que tras una gran ingesta de alcohol los recuerdos se pueden volver borrosos, o incluso no recordar nada en absoluto. Este último sí que era verídico según su experiencia.

Así pasaron los días, días en los que descubrió que Emma si que había accedido a volver a Avonlea con Bash y el. Y aunque quizás le hubiese gustado escucharlo desde su propia boca se conformó con que Bash se lo comunicara, mejor eso que nada.

Y una semana después, tal como lo había prometido se encontraban en un tren camino a Charlottetown, Emma completamente dormida y Bash leyendo un periódico, o fingiendo leerlo, por que mas bien observaba las interacciones entre los dos jóvenes.

Gilbert no paraba de lanzale miradas furtivas a Emma, retorcía sus dedos en su regazo de manera nerviosa y se preguntaba una y otra vez si se acordaba o no. 

Los hechos eran palpantes, estaban en el aire mezclándose con el oxígeno, y aun así, la chica seguía con su vida y su amistad.

Porque eran amigos, y los amigos no se besan. 

¿O si?

– ¿Qué te pasa, doctor? – Pregunto de una vez Bash, cerrando el periódico y dejándolo a un lado. – Si sigues mirando a Emma se va a esfumar del tren.

Esfumar, esfumar, esfumar. Quizás se esfumara como en su sueño, quizás acabase como en el.

– Nada, no es nada. – Dijo, sacudiendo la cabeza. Un escalofrío le recorrió la espalda mientras intentaba alejar la tormenta y el viento de los acantilados.

𝑻𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒇𝒊ó 𝒎𝒊𝒔 𝒔𝒖𝒔𝒖𝒓𝒓𝒐𝒔 [𝑮𝒊𝒍𝒃𝒆𝒓𝒕 𝑩𝒍𝒚𝒕𝒉𝒆 𝒙 𝑶𝑪]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora