𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑿𝑿𝑿𝑰𝑰

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— ¡Mary! — Grito Emma entrando en la cocina

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— ¡Mary! — Grito Emma entrando en la cocina.

Hoy era sábado, lo que significaba que Gilbert y Bash no estaban. Ambos tenían la costumbre de ir a Charlottetown, Gilbert para trabajar de ayudante interino o algo así en la consulta del doctor y Bash a hacer las compras de la semana y a comprobar que todo estaba bien con el banco, hacienda y un poco todas las instituciones que tuviesen el "poder" de quitarles la casa y todo el dinero que tuviesen.

Esto les dejaba a Emma y a Mary solas en la casa durante prácticamente todo el día.

Antes de que Bash conociese al amor de su vida, ergo Mary, se casasen y tuviesen sexo ruidoso casi todas las noches Emma solía pasar todos los sábados sola.

Bueno, no necesariamente sola, visitaba a Anne y a Diana, daba un paseo con Cole o se ponía al día de los cotilleos con Ruby y Jane. Pero cuando ellas no podían quedar o simplemente a Emma no le apetecía moverse de la cama se pasaba todo el día caminando cual fantasma por la solitaria casa.

La primera vez se le hizo raro, nunca había pasado tanto tiempo rodeada de... de nadie en realidad, eran ella, los muebles de madera y las finas motas de polvo que brillaban con la luz del sol. Por eso el siguiente sábado decidió acompañar a Gilbert durante su jornada "laboral", lo que claramente fue un error porque, bueno, la sangre y así.

Digamos y no tan digamos, que no se llevaban muy bien.

El sábado siguiente acompañó a Bash, en un intento de dejar atrás las silenciosas paredes de casa, Emma era capaz de resumir el día en dos palabras: horrorosamente aburrido. Todo un día de su vida malgastado entre gente borde y arrugada, papeles con contratos los cuales no había por donde cogerlos y las compras más aburridas del mundo. ¿Quien tarda dos horas en decidir qué tipo de madera es adecuada para la valla?

Bash. Bash tardaba dos horas en decidirlo.

Así que Emma tuvo que volver al mundo de ella, muebles de madera y motas de polvo. Despertarse tarde, arrasar con las galletas, cocinar comida (sí se podía considerar los potingues que preparaba como comida) y a pasarse el día leyendo o estudiando leyes.

Hasta que llegó Mary, quien le brindaba una muy plácida compañía a la joven con su sonrisa y oh sorpresa ¡comida de verdad!

El primer sábado que pasaron juntas Emma intentó ser buena anfitriona y preparar ella la comida. Mary entró en la cocina, vio la olla y con su cara más seria le dijo: No. Y desde entonces Emma no volvió a tocar la cocina sin la supervisión y bajo las estrictas instrucciones de la señora Mary aquí presente.

Para hacer las tardes un poco más amenas Mary decidió enseñarle a Emma a cocinar. Se tomaba su tiempo enseñándole a preparar cada plato, paso a paso, los ingredientes y sus cantidades, el tiempo de cocción y que verduras no hay que mezclar en tu vida.

Para sorpresa de nadie lo que Emma más disfrutaba cocinar era la repostería, ya fuesen bizcochos, tartas, pasteles o magdalenas, el preparar el glaseado, mezclar la mantequilla, la harina y los huevos y ver como todo tomaba forma en el horno para convertirse en un postre delicioso era lo que más le gustaba.

𝑻𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒇𝒊ó 𝒎𝒊𝒔 𝒔𝒖𝒔𝒖𝒓𝒓𝒐𝒔 [𝑮𝒊𝒍𝒃𝒆𝒓𝒕 𝑩𝒍𝒚𝒕𝒉𝒆 𝒙 𝑶𝑪]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora