Capítulo 29. Ni hablar.

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Una semana, tres maletas e innumerables lágrimas. Así resumo los últimos días transcurridos en mi vida. He discutido, he gritado, he llorado, pero nada, no hay solución. Lo inevitable se acerca, y es que en dos días me marcho, y no al otro extremo del país, no, me mandan a Irlanda.

Pensé que esto sería más lento, que tendría tiempo de acabar el curso, de despedirme bien de todos, en definitiva, de hacerme a la idea del cambio que va a pegar mi vida, pero resulta que no solo lo tenían decidido, si no que ya habían hecho la matrícula. Ya estoy inscrita en "St. Alexandra", un internado católico para chicas en Dublín. Si creía que esto iba a ser malo estaba equivocada, porque va a ser muy peor que eso. He pasado toda la semana guardando mis cosas, ropa y zapatos, que nunca utilizaré porque llevaré un uniforme de esos de niña pija con una falda de tablas y un polo hortera. Magnífico, absolutamente maravilloso.

Cuando me puse a hacer la maleta el primer día pensé que no sería algo tan complicado, pero a medida que la habitación se queda vacía, un pedacito del corazón se muere, y sí, es una cursilada, pero es cierto. Ver como el lugar en el que llevas viviendo toda tu vida se reduce a cenizas duele, y mucho. Meter todo lo que te pertenece en un par de maletas es algo que resulta complicado y más si sabes que tardarás mucho en volver o que ni siquiera volverás... Ya me quedan solo un par de baldas del armario y la habitación se ve tan vacía, tantos recuerdos a la basura...

Me siento en la cama y me pongo a pensar en cuando mi vida empezó a desmoronarse, cuando todo cambió. Desde que mis padres se separaron todo ha ido cuesta abajo. Nada sale bien, y lo único que va bien por una vez, mis amigos y mi novio, se esfuman para siempre. Esta clase de reflexiones profundas no son lo mío, pero no lo puedo evitar, darle vueltas y vueltas a lo mismo, buscando una manera de que esto no me afecte, de volver a ser la de antes, esa que era de hierro, esa a la que nada le producía sentimientos.

Otra vez me pongo en marcha y empiezo a guardar lo poco que me queda, intentando no llorar y no dejar que esto me afecte demasiado. Un jersey por aquí, una camisa por allá, un par de libros y... ¿Qué es eso? Oigo como si hubiera gente en el salón, gente ¿gritando?

-¡Pero tú estás loca? No voy a dejar que lo hagas, arpía...

-¿Arpía? ¿Me vas a decir que ahora te importa tu hija?

-Siempre me ha importado mi hija, Zoey -. En cuanto empiezo a escuchar la conversación salgo corriendo de mi cuarto y voy hacia el salón. Eso sí, no salgo donde puedan verme. Quiero ver dónde acaba todo esto...

-Si tanto te importara sabrías que esto es lo mejor para ella, está empezando a descontrolarse. George hizo una gran sugerencia con el tema del internado...

-¿George? Zoey, no creo que lo mejor para ella sea mandarla a otro país cuando por fin empieza a tener una vida normal. Te recuerdo que llevaba dos años sin tener amigos, dos años encerrada en casa, sola, superando algo de lo que nadie sale...

-Hablas como si hubiera sido drogadicta o algo así... Además, ni que esto fuera el fin del mundo - ¿El fin del mundo? Las lágrimas saltan en mis ojos y la rabia contenida de todo este tiempo salta, sin poder evitarlo.

-¡NO SERÁ EL FIN DEL MUNDO PARA TI, MAMÁ! PARA MÍ SE HA ACABADO TODO CON ESTO - A la mierda el orgullo, las lágrimas saltan y la rabia se desata -. Para mí esto es el final.

-Por favor Zoey... No nos tomes por idiotas. Los dos sabemos que lo que quieres es librarte de ella para tener la casa para ti sola, para no tener que dar más explicaciones, para poder hacer lo que se te antoje con el estirado de tu amiguito. A mí no me engañas... - EL silencio se hace por unos segundos y yo paseo la mirada entre mis padres. Él la mira a ella con desafío, iracundo. Sin embargo ella muestra una expresión de vergüenza que me hace temer que eso sea verdad-. Si resulta que ahora te has vuelto así no voy a dejar que lo pagues con ella.

En El Momento Perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora