Capítulo 33.Reproches.

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Las luces de la ciudad me descentran. Los brillos de los semáforos y las farolas solo hacen que me desconcentre aún más. Conduzco apresurada, con mi nuevo carnet y un coche prestado, temiendo que no llegaré a mi destino. Tomo las curvas cerradas, me salto las indicaciones de la calle y los coches de alrededor me pitan y sacan las luces. Pero todo da igual, todo es indiferente con tal de llegar a casa de Liam lo antes posible y con tal de acabar con todo esto. Al llegar a la zona más céntrica pillo algo de atasco pero, me consuela el hecho de pensar que a él también le habrá pillado. Pero, ¿y si se baja y se va andando? Sí, voy a su casa pero, y si solo va a por algo y se marcha...

Cuando consigo llegar a su casa me ocupo de encontrar un sitio decente para aparcar porque, joder, el coche no es mío y no quiero que por mi cabezonería y mis movidas raras, a alguien le coloquen una multa. Me bajo del coche, casi olvidándome de cerrarlo y echo a correr. Estoy algo de lejos de la casa pero la perspectiva de no encontrarle me hace tener mucho miedo, me hace sentir diminuta y sola. Al llegar me coloco en la puerta del edificio y lo miro, de repente la duda me invade totalmente: ¿y sí no venía aquí desde el principio? ¿y si subo y no está? O lo que es peor, ¿y si subo y encuentro a sus padres?... Sería aún peor cómo explicarles la situación... Ya me tienen bastante manía y esta sería la gota que colma el vaso. Por un segundo pienso en las consecuencias de mis actos, en lo que puedo ganar y en lo que puedo perder. Al final, me armo de valor y subo a la casa, respirando muy hondo e intentando relajar el nudo que se me forma en la boca del estómago.

Llamo a la puerta con un par de toques y espero. Al instante los ojos pardos de Liam me reciben y una lágrima solitaria resbala por mi rostro al ver como se tensa su expresión.

-Vete – antes de que pueda añadir nada intenta cerrar la puerta de un portazo, pero meto el pie en el marco. Por unos segundos soy consciente de la ira que pasa por su cuerpo ya que el golpe de la puerta hace que me estremezca de dolor -.

-¡No, espera! Por favor... - hablo cabizbaja, sin atreverme a mirarle directamente. Noto como él me observa y al final abre la puerta para dejarme pasar. Una vez dentro me doy cuenta de que antes tenía algo de frío -¿Estamos solos?

-Sí. ¿Y eso que más da?

-Pues que no quiero tener espectadores... Además, no quiero que tus padres me odien más – Pronto llegan las ganas de llorar a mares pero consigo reprimirlas con una respiración profunda.

-No seas tonta, no te odian – se nota en su voz como miente, como intenta ocultarlo, pero yo lo sé perfectamente. Es más, oí aquella conversación.

De repente todas las palabras que había pensado, todo lo que tenía preparado se me olvida y me quedo muda. De repente me parece una tontería haber venido. Me parece absurdo estar aquí, sin saber exactamente que decir.

-¿A qué has venido?

-¿Qué a qué he venido? A arreglar las cosas joder. No podemos dejar las cosas así... ¿Por qué no lo hablamos tranquilamente? – su mirada se pasea burlona por la habitación, y noto como está a punto de reírse - ¿Qué te hace tanta gracia?

-Tú – le miro extrañada y confusa... ¿Se está riendo de mi?

-Ah genial, es un consuelo que te rías de mí en mi cara. Gracias Liam.

-Venga ya Lily, no vayas de afectada cuando sabes que la culpa la tienes tú y solo tú – y volvemos otra vez. Toda esa necesidad de perdón y de arreglar los problemas empieza a desaparecer y noto como la sangre me hierve en las venas. Se aceleran mis latidos y miles de reproches se acumulan en mi garganta, quemándome.

-¿Me puedes decir qué es lo que he hecho tan mal? – ésta vez sí que me mira y se ríe -. Que yo sepa podría haber salido con Niall y no lo hice por ti. Y mira, sí él ha seguido detrás de mí yo tampoco puedo hacer nada.

En El Momento Perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora