Capítulo 11. Nuevas relaciones.

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Prácticamente no entra nada de luz en la habitación esta mañana. Todo está muy nublado y sigue lloviendo. Para variar, llueve en el siempre jubiloso Londres. El día es triste, como yo ahora. ¿Qué diablos voy a hacer? ¡UNA SEÑAL! ¡NECESITO UNA SEÑAL DEL MALDITO UNIVERSO QUE ME DIGA QUE HACER! No, en serio, necesito algo que me diga cuál es la  opción correcta. Algo que me señale por dónde debo continuar. No sé si el maldito universo se está riendo de mí o es simplemente que el de ahí arriba quiere divertirse un poco, pero esto no es gracioso. ¿Liam o Niall? ¿El rubio o el moreno? ¿Los ojos azules o los marrones? ¿El chico romántico o el decidido? La vida a veces tiene gracia. Bueno, no a veces, últimamente siempre.  Salgo de la cama y bajo a desayunar. Después de la chupa de agua de ayer tuve que ducharme nada más volver a casa. Estaba chorreando y no tenía ganas de levantarme pronto.

Las escaleras se me hacen más largas que nunca. Llego a la cocina y mis padres están a punto de marcharse.

-Hola cielo – mi madre se acerca corriendo – Volvemos a la hora de comer, pero lo importante es que esta noche toca cena con la señora Risk, su marido y su hijo – no por dios. Lo último que me hace falta ahora es tener que cenar con una pareja de ricos y su repelente hijo de colegio privado y con americana de cuadros. Aunque para ser justos he de decir que ese matrimonio fue, posiblemente, la gente más agradable con las que han tratado mis padres.

+¿Tengo que hacer la cena? Dime que no porque no tengo ganas...

-No, por suerte esta vez no va a hacer falta. Nos hemos enterado de que el marido es un apasionado del sushi y hemos acordado que nos servirá la comida el restaurante de la calle pitchburg.

+Perfecto. ¿Sobre qué hora tengo que estar aquí?

-Pues no sé, supongo que empezaremos sobre las seis, como siempre. ¿Por qué? ¿Ibas a salir?

+No creo, pero por si acaso...

-Vale, pórtate bien y atiende en clase –me da un beso en la frente. Es una costumbre que tienen mis padres desde siempre y bueno, tampoco me molesta – Adiós cielo – miro a mi padre que me despide con la mano.

+Adiós, os quiero – salen por la puerta y me quedo sola en la habitación.   Me voy a prepararme el desayuno aunque tengo tiempo de sobra.

Antes no me importaba nada, es más, me gustaba que se marcharan y me dejaran en casa, pero últimamente me siento muy sola. Nunca hay nadie en casa y cuando hay alguien es como si no existieran, siempre encerrados en el maldito despacho como si un montón de hierros y cemento fueran más importantes que yo. Al principio es cierto que se preocupaban mucho de mí. Creo que eran porque notaban que me podían perder en cualquier momento, sobre todo después del incidente en el que acabé en el calabozo. Se asustaron mucho con todo ese tema. Recuerdo la charla como si hubiera sido ayer. Esas palabras finales: "Lo peor de todo esto es que la niña en la que yo creía ya no existe. Se ha esfumado junto a la confianza que tenía en ti". Fue duro escuchar eso. Después cuando dejé todo aquello mis padres empezaron a sentirse más tranquilos, a confiar más en mi y últimamente, a desaparecer. Mi madre ni siquiera me ha preguntado por Liam y es como si no la importara. Además, no sé por qué noto a mi padre muy raro últimamente. Está como distraído, disperso, pensando en otras cosas.

Me acabo el cruasán y la taza de café y subo a cambiarme. Abro el armario y busco ropa que vaya con el día. Al final acabo con un jersey gris de cuello de barco y pantalón vaquero negro con botas altas, también negras. No tengo ganas de peinarme así que entro en el baño y me hago un moño como puedo. Doy vueltas al pelo y al final me queda un moño bastante bonito sin quererlo. Me hecho laca para fijarlo y ni siquiera me paro a ponerme las lentillas. Me quedo con las gafas puestas y empiezo a hacer la mochila. Estamos en la segunda semana de noviembre, lo que quiere decir que dentro de nada habrá los primeros exámenes parciales, y la verdad, no sé si me apetece estudiar.

En El Momento Perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora