- ¿Quien es? -cuestiona cuando logro atender-
colgó la llamada y escribió una nota para Martin.
Me tuve que ir, después vas a entender.
Te amo, Milia♡Salió de la casa lo más rápido que pudo y recurrió a la vieja técnica, en una calle poco transitada busco un auto que le interese y lo robo, necesitaba llegar a las afueras de Italia lo más rápido posible y esa la opción más sencilla.
Luego de un largo rato manejando llegó a su destino, su antiguo hogar, un monasterio. Aún había monjes dentro y probablemente alguna monjita traviesa, como Lourdes, su primera vez.
Entro y comenzó a revisar cada habitación, aún estaba el gran salón donde tomaba vino y escuchaba música con Andrés.
- ¡Brindó por qué estamos vivos y porque vamos a ser asquerosamente millonarios! -exclamo Emilia alzando la copa de vino-
- ¡Salud, princesa! -exclamaron Andrés y Martin al mismo tiempo-
Era feliz con ellos, ese era su hogar y ellos su familia.
La covacha de Emilia seguía intacta, tal y como la había dejado años atrás; la puerta pintada con su nombre, y en el interior todas sus pinturas, dibujos, manualidades e instrumentos musicales.
- Dame fuego, dame, dame fuego, dame el fuego de tu amor -cantaba Emilia mientras pintaba un retrato de Andrés montando un tigre de bengala-
- ¿Que carajos es eso? -cuestiona Martin-
- Arte amigo mío, arte... -responde Andrés-
- Quédate quieto, boludo -ordena Emilia haciendo reír a sus amigos- ¡fua, loco! tomense las cosas un poco más en serio, no los soporto más -se queja- ¡Se van, se van! ¡Chau, se fueron, aire! -los echo-
Su habitación. Estaba cubierta de polvo, pero incluso las sábanas seguían mal acomodadas como la última vez que durmió allí. Todo indicaba que Martin realmente esperaba el regreso de ambos, porque incluso la habitación de Andrés estaba perfecta. Su habitación era la de una adolescente entrando a la adultez con ataques artísticos, las paredes eran blancas con rayas negras, aunque una estaba totalmente llena de grafiti, la cama era matrimonial, el escritorio y el piso estaban manchado de pintura de diferentes colores, algunos cuadros estaban amontonados en las esquinas, y en su ropero todavía quedaba ropa.
- ¡Pero...! ¿Emilia vos sos conciente de lo que hiciste? -gritaba Martin alterado tras recibir reclamos por el comportamiento de Emilia-