- No me la contes -susurro dejando caer el tenedor-
Una figura que ella conocía hasta en el más mínimo detalle entraba al buffet con cara de haberse despertado recién, pero tenía algo diferente, algo había cambiado. ¿Tal vez su cabellera rojiza? No, esa seguía igual, solo que mucho más larga de lo que recordaba ¿Su mirada? Esa parecía haber cambiado, tenía una pizca de ilusión pero se notaba un profundo dolor y el reflejo de un alma rota en mil pedazos. Tal vez en otro momento notaría bien que era eso que había cambiado, pero por ahora se concentraría en ignorarla.
Mientras comía sintió una intensa mirada sobre ella, y aunque sabía perfectamente de dónde provenía decidió alzar la vista. Exactamente en diagonal una colorada con ojos azules la observaba fijamente con el ceño levemente fruncido, dudando de si era quien ella pensaba, al ver la media sonrisa que Ezeiza le regaló su ceño se relajo y pudo ver cómo sus ojos se iluminaban; aparto la vista y siguió concentrada en sus cosas, aunque ya no pudo comer se quedó sentada observando en plato.
[...]
En la cubierta del barco varias personas descansaban observando en cielo, entre ellas, Ezeiza, quien disfrutaba de la ligera brisa que corría y el cielo estrellado, hasta que la presencia de alguien a su lado interrumpió su paz.
- Tanto tiempo sin verte, Emi... -Su voz. Su voz seguía tan igual a esa última vez que la había escuchado- Te marchaste sin despedirte y luego no supe más nada de tí, ni dónde estabas, ni con quién, renunciase al CNI... has abandonado todo... me has abandonado... -reprocha-
- Argentina... estuve en Argentina con mi mujer y nuestro mejor amigo... -responde Ezeiza mirando a un punto fijo del océano-
- ¿Tu mujer? -pregunta decepcionada-
- Si... -afirma haciendo un ligero movimiento con la cabeza-
- ¿Cómo se llama?
- Na... Nahiara -mintio. No podía decir su nombre de ciudad- Yo le digo Nai...
- Creí que siempre estaríamos juntas, pero veo que me equivoqué... -musito- aunque ahora que lo veo a detalle... no tienes anillo... ¿La amas?
- La amo -afirma- la amo -susurra-
Ese último susurro fue más un intento de autoconvencerse de que realmente Nairobi era el amor de su vida, la mujer que quería siempre a su lado y no ella.
- No, no la amas -niega su acompañante- Y está bien, yo tampoco amo a mi marido... yo te amo a tí y siempre lo tuve claro...
- ¿Marido? ¿Vos con un hombre? -pregunta sin creerlo-
- Si... Germán...