Siempre hay días felices para recordar, y cuando peor estás, más felices parecen los días del pasado. Mientras esperaba un milagro y escuchaba las constantes vitales de mi mujer me iba acordando de esos días, cómo la noche que le pedí casamiento.
Flashback
Nairobi se veía hermosa esa noche, más hermosa de lo que nunca había estado. Vestida elegante, de tacones y repleta de joyas doradas, tendríamos una cita, celebrando nuestro aniversario de 2 años. Al verla ahí, a los pies de la escalera, sonriendo, me sentí la mujer más feliz de la historia.
Aquellos dos años junto a Nairobi habían sido los años más felices de toda mi vida, Nairobi era un suelo hecho realidad para mi.
— Estas hermosa, nena -halaga Ezeiza.
— Gracias, cariño mío, este lo regalaste tu -recuerda Nairobi, señalando el vestido que tenía puesto.
Ezeiza abrió la puerta del auto, dandole paso a su futura mujer. Cada día estaba más enamorada.
— Hoy te tengo una sorpresa -informa.
— ¿Cual es? -preguntó Nairobi.
— Si te digo ya no es sorpresa, aparte, es mejor que no te la veas venir -asegura Ezeiza.
Llegaron a un hermoso restaurant, con la mejor vista posible y con la mejor atención. Ezeiza se sentía nerviosa y temerosa de lo que pudiera responder Nairobi.
Momentos después del postre, antes de pedir la carta, comenzó la actuación de la Argentina.
— Voy a pagar la cuenta, amor -advierte Ezeiza.
Al levantarse, fingió que se le caía dinero a los pies de Nairobi, al arrodillarse a buscarlo saco el anillo.
— Nairobi, desde el momento en que nuestros caminos se cruzaron, supe que había encontrado a alguien realmente especial. Cada día a tu lado es una aventura repleta de amor y felicidad. No soy capaz de imaginar mi vida lejos tuyo y quiero tenerte siempre conmigo. Así que hoy, con el corazón en las manos te pregunto ¿Queres casarte conmigo? -Ezeiza alzó el anillo, una hermosa piedra con alianza de oro blanco.
Nairobi chillo de emoción, derramando algunas lagrimas mientras daba pequeños saltos de felicidad.
— ¡Si, mi amor! ¡Si! -asegura, tomando la cara de Ezeiza entre sus manos. — ¿Puedo decirte algo? -Ezeiza asintió. — Iba a pedírtelo yo
Saco un hermoso anillo dorado del bolsillo de su saco, ambas rieron por la coincidencia.
Fin del flashback
— No hay señal de retorno
— ¿Qué hacemos? -preguntó Tokio
— Estamos a punto de perderla -informo el Gobernador.
Ezeiza respiro profundo e hizo lo único que podía hacer, abrir el cuerpo de su mujer y extirparle un trozo de pulmón junto a una bala de la policía.
Eso es la nostalgia, descubrir que las cosas del pasado que en ese momento no sospechaban que eran la felicidad, en realidad, si lo eran.
Todavía no habíamos llegado al final de la primera parte y Lisboa ya estaba a tres kilómetros de la carpa y obligada a cambiarse la camiseta.
Gol de Sierra.
Mientras tanto, como autómatas le extirpaba un pedazo de pulmón al amor de mi vida. Todavía no sabía con certeza si estaba salvándole la vida o terminando de matarla. Segunda baja en nuestro equipo.
Segundo gol de Sierra.
Y todavía quedaba el tercero, qué seria se Palermo. Había sido un buen capitán, pero pésimo jugando en equipo. Lo único que se parecía al plan, era la entrada del profesor a Madrid, pero ni eso.
En moto y por pistas forestales, caminos de tierra y vías pecuarias, cruzaron La Mancha a salvo de los controles. El cabello y su escudero, avanzando hacía una batalla de locos y una guerra imposible.
Palermo ingresó al hall, caminando entre Matias, Tokio, Ezeiza y los rehenes, vestido de traje y con un maletín entre las manos.
— Bien, damas y caballeros, no sin pena, les comunico mi adiós. Me voy -informa- Mantened el espíritu firme, elevado
— ¿Qué como estas haciendo? -cuestiona Matias.
— Matias, me marcho
Matias miro a Ezeiza, confundido. La Argentina alzó los hombros, pues no sabía nada.
— Ha sido un placer currar contigo, como siempre. Hasta te diría que te quiero mucho, Matias -confiesa Palermo- Y a ustedes, espero que mi mando no haya sido demasiado traumático, podrán contarle esta historia a todos sus nietos, parientes, seres queridos. En fin, señoras y señores, ha sido un placer.
Palermo se acercó al botón para abrir las puertas, pero Ezeiza disparó casi a su mano.
— Hija de puta -susurra Palermo.
— Vos de acá te vas con los pies por delante -informa Ezeiza, apuntando directo a la cabeza de Palermo.
— Tranquilos, vamos a hablar -interfiere Tokio. —Pero irte, no te vas a ir
Palermo trato de abrir las puertas nuevamente, pero esta vez el disparo llego de parte de Tokio.
— ¡Me hiciste un golpe de estado, hija de puta! ¿Que mierda queres? -vocifero Palermo.
— Yo llevo el mando militar. Tú, el técnico -expresa Tokio.
— ¿El técnico? ¿Vos de verdad te pensas que soy una especie de ingeniero con gafas? ¿Qué clase de ordenes voy a dar ahí abajo? "Ahora se funde, ahora no se funde" "Batiscafo afuera, batiscafo adentro" "Inmersión, emersion" ¿Quien carajo te pensas que soy yo? ¡No estoy para esta mierda! No estoy para este chiquitaje -niega, rojo de la rabia. — Me voy. Voy a activar la apertura manual y te estoy haciendo un favor... porque si me quedo te cago a tiros, hija de puta. A vos y a todo el resto
Ezeiza disparo a pocos milímetros de la cabeza de Palermo.
— El favor te lo estoy haciendo yo a vos, que no te mato ahora por respeto al profesor. Así que deja de tocarme los huevos y anda a cambiarte -ordena Ezeiza.
Ante las negativas de Palermo, su amiga no tuvo más remedio que recurrir a sus entrenamientos militares. Pocos segundos después el Argentino se encontraba encadenado a una silla.