4. Medicina

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Sabe perfectamente que Traian la ha visto llegar, sabe que la está esperando al otro lado de la puerta, que está pendiente de ella, incluso es muy probable que en ese momento le esté leyendo el pensamiento y divirtiéndose a su costa. ¿Por qué no habría de hacerlo cuando ella está sintiéndose demasiado ansiosa y deseosa de verle después de tantas semanas? Bueno, puede que sólo haya sido una semana y media, pero joder, se ha vuelto una completa adicta a ese capullo, a sus conversaciones, a su sarcasmo, a su sangre...

Tiene un gran problema, y aunque los primeros días entró en completa negación, es tan obvio que al final ha tenido que aceptarlo y lo peor, tomar una decisión al respecto. En un principio se dijo que podía recuperarse, desintoxicarse, evidentemente no ha sido muy convincente para sí misma, ya que ahí está, casi temblando de emoción por volver a entrar y al mismo tiempo enfurruñada por sentirse de ese modo.

Alina bufa y llama a la puerta; no hay marcha atrás.

—Adelante —le da paso como siempre, sin resarcirse por hacerle esperar, aunque nunca lo ha hecho antes de darle paso.

Entra y lo ve sentado en el alféizar de la ventana, esa vez tiene el pelo húmedo, se ha duchado hace poco y tiene una taza de café caliente en las manos. No es algo que nunca haya visto, le suena haberlo hecho una vez, pero es curioso, además sabe que no lo bebe, no es algo que necesite y tampoco el estómago de un vampiro da para muchas digestiones, parece que sólo disfruta del olor y el calor.

—Vaya, mira quién regresó. ¿Han ido bien las vacaciones o necesitas el mes completo? —se burla.

—Lo normal, ya he tenido suficiente —contesta ella quitándose la chaqueta de cuero negro, y saca de ella una bolsita con éxtasis.

—Para una vida larga es un suspiro —opina él, pero no incide más en eso.

Se levanta, coge la bolsa y se queda mirándola. Lo cierto es que tras revisar la mente de la chica le sorprende que esté allí, de algún modo ha sido leal a él, algo que hace mucho tiempo que no experimenta. La de hace semana y media no es la única noche mala que ha tenido en los últimos siglos, pero en el caso de otros no han vuelto y él sospecha que se debe a que acabaron huyendo como ella de su deber, pero en lugar de quedarse en la biblioteca y ocultarlo, trataron de justificarse. Le inquieta que al parecer a ella le importe de algún modo, ni siquiera sabe cómo sentirse ante eso, si quiere esa atención o no, lo ha olvidado, antes... ¡No! Detiene sus pensamientos en ese sentido y toma la decisión de simplemente probar hasta dónde llega eso, él no tiene nada que perder.

—Vamos a sentarnos, es más fácil para empezar.

—¿Vamos? —pregunta ella sorprendida por esa palabra. Eso los implica a ambos y aunque muchas veces ha bromeado con ella sobre unirse a él, nunca ha ocurrido.

—Vamos —confirma y se sienta cómodamente en el tresillo de cojín rojo y moldura de madera—. El trabajo se acumuló, de modo que hoy vas a unirte y entretenerme —añade con una sonrisa ladeada al tiempo que abre la bolsa.

—No estoy segura de que sea buena idea —murmura ella aunque se sienta en el tresillo, dejando un asiento de distancia entre ellos.

—Yo sí lo creo. Coge una, o quizás dos, una es para un humano —insiste manteniendo la bolsa abierta para ella.

Aline nunca ha probado esa droga, al menos no que recuerde, coge una con cierta reticencia, supone que es porque va a tomar algo que le va a nublar la mente, sabe que como vampira no va a afectarle más que eso.

—Empezaré con una por si acaso —decide y mirando directamente a los ojos rojos de Traian saca la lengua y pone sobre ella la pastilla—. Nunca te había traído éxtasis.

Vicio y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora