27. Soñar

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—No, Viorel, no pienso dejar que entre un robot limpiador en esta casa. ¡Acabamos de librarnos de la rebelión vampírica-humana! ¿Acaso quieres que ahora nos conquisten las máquinas? No pienso ser Sarah Conor —protesta Alina alzando los brazos desesperada.

Llevan demasiado tiempo con esa discusión, demasiadas energías gastadas cuando sabe que sólo hace falta contarle a Traian la idea de Viorel para que al joven se le quiten las ganas de traer máquinas semi-inteligentes al castillo. Pero Traian no está ahí, está en otra parte del castillo y no ha conseguido dar con él aún. ¿Por qué esa cosa tiene que ser tan grande? ¿Acaso no se va a acostumbrar nunca a esos pasillos casi iguales? Lleva un par de semanas terminado, a excepción de la torre, y ella aún no es capaz de orientarse del todo.

—Pero hace falta un ejército para limpiar todo esto. Te recuerdo que eran treinta en el trabajo de limpieza y aún dejaba mucho que desear —protesta Viorel—. ¡Nos comerá el polvo!

—Traian sabe deshacerse de él perfectamente y hay mucha gente sin empleo, podemos conseguir limpiadores —replica ella negando con la cabeza.

—Él sólo quita lo que ve que le molesta y se acabará cansando. Vamos, en cuanto lo tengas aquí una semana te encantará —asegura—. Por fa... mis ordenadores morirán por culpa de ratones y cucarachas.

La vampira frunce los labios reconociendo que Traian se cansará, su ego monárquico no le permite ser un limpiador continuamente.

—Tienes que hablarlo con él, es quien manda —farfulla.

—Vamos, Alina, sabes que tengo razón, ¡te lo he visto! —dice señalándola, exultante por usar su nuevo poder con éxito—. Cuando vea las ventajas le gustará.

—¡Te he dicho que no hagas eso! —lo reprende molesta y bufa—. Tú verás, pero puede acabar carbonizado.

—Voy a probar con uno primero. Tú sólo no le des mala publicidad —le dice sonriendo contento por haberlo conseguido.

Alina rueda los ojos.

—Lo intentaré —se rinde girándose—. Por cierto, ¿has visto a Traian?

—¿No está hostigando a los albañiles en la torre? —pregunta a su vez extrañado.

—No... hoy les dio el día libre porque tiene una reunión con Jöel —contesta ella pensativa—. Igual está en la biblioteca, llegaron el otro día los libros que había en el caserón y quería ordenarlos a su modo.

—Puede ser. No puedo ayudarte porque mi proyecto de videovigilancia en los pasillos no prosperó —contesta cruzándose de brazos—. Sólo puedo darte un mapa.

—Te dije que no funcionaría —le recuerda ella y niega—. Sé dónde es —asegura poniéndose en marcha hacia las escaleras, al menos sabe que está en la planta superior—. No te emociones mucho con el robot malvado —le advierte.

Se pierde por los pasillos en busca del dueño y señor de ese castillo modernizado. Le cuesta, como siempre, dar con la sala correcta, pero cuando lo hace Traian está en ella y eso la hace sonreír.

—Viorel va a traer un robot limpiador.

—¿Otro cachivache? —pregunta Traian y suelta un bufido—. ¿Sabe que como haga un solo arañazo en mis muebles o alfombras dormirá en las mazmorras?

Alina asiente sentándose en la mesa que está al lado de él.

—Lo sabe. Dijo que nos íbamos a llenar de polvo y que tú te cansarías de recoger. Ahí no pude más que darle la razón. Pero también le avisé del peligro que corre el bicho de carbonizarse y me aseguró que te encantaría cuando vieras todas las ventajas.

Vicio y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora