12. Mentir

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Lleva unos días preguntándose cómo será de malo el café para su atrofiado estómago, a los humanos les funciona muy bien, en cada novela que alguna vez ha leído, pero él no llegó a conocerlo en su corta vida como humano. Lo cierto es que nunca había necesitado algo para despertarse, no antes de sentirse muerto por dentro, tampoco después, siempre se ha levantado como nuevo. Sin embargo, ahora con su nuevo descubrimiento para dormir del tirón le cuesta. No obstante, ese día hace rato que se siente muy despierto. Alina debería de estar allí hace una hora, jamás se ha retrasado tanto. Le preocupa que hayan descubierto que ha estado faltando a sus obligaciones, o incluso que ha bebido de él, realmente es más fácil descubrir lo segundo. Bastante sencillo si se presta atención.

Traian se levanta del alfeizar de la ventana como un resorte, no aguanta más ahí, tiene que buscarla, no puede dejar que la maten, no puede abandonarle después de soltarle toda esa charla, después de mantenerlo más de una semana sobrio. Abre la puerta de su dormitorio, baja las escaleras con premura y cuando va a abrir la puerta de la calle se detiene. Ella acaba de llegar, puede notarlo. Da un paso atrás y espera.

—Llegas tarde —le dice en cuanto ella empieza a abrir la puerta—. Muy tarde.

Ella no contesta en ese instante, aprieta las manos a ambos lados de su cuerpo.

—Me disculpo, majestad —dice y pasa por su lado rápidamente para subir hacia la habitación, tiene más prisa que de costumbre por llegar. Cuando lo hace y siente a Traian a su espalda se gira y lo abraza, con fuerza, refugiándose en él—. Lo siento —se disculpa nuevamente, aunque esa vez no es formal—. Me pararon para hacer.... un control.

—Tienes suerte de que se trate de uno tan arcaico, casi humano. Si hubiera firmes sospechas te leerían como un libro abierto —contesta Traian. Se ha resistido a leerla cuando ha llegado, pero cuando ha pasado con tanta prisa no ha podido más.

—Lo sé —confirma sin soltarlo—. Sólo querían saber por qué hacía tantos turnos. Pero... ¿y si vuelven a hacerlo? No puedo bloquear mi mente.

—No, no puedes. Es una habilidad que se adquiere con el tiempo, como las demás —concuerda Traian. Se queda mirándola un momento, quiere ser más egoísta, pero no puede serlo tanto, es justo que le dé una salida—. Yo puedo bloquear tus recuerdos, pero sería incluso para ti, dejar una fisura sería una molestia inútil. Pero si lo hiciera no necesitarían saber qué ocultas. Habría que eliminarlos.

Alina lo mira frunciendo el ceño, no necesita pensarlo antes de negar.

—No voy a olvidar nada de esto —protesta y suspira con pesadez—. No sospechan, están contentos con como va todo, sigues calmado y yo hago mi trabajo. Estaré bien —se dice a sí misma y también a él, sabe que también necesita escucharlo.

Se suelta despacio, con una sonrisa calmándose un poco y camina por la habitación para terminar de sentirse segura. Es curioso que estar con el mayor peligro para cualquier vampiro sea lo que la hace sentirse completamente a salvo. Se sienta en la cama y lo mira palmeando a su lado.

—¿Qué tal te encuentras hoy?

—Aburrido —responde y con reticencia se vuelve a tirar en la cama en lugar de sentarse.

—¿Has escuchado esa música que te dejé? Seguro que no lo has hecho —refunfuña ella pinchándole en el costado un par de veces.

—Estate quieta —protesta alejándose de ese dedo—. No, esa cosa tan diminuta no me gusta —contesta. No le gusta aquello que no puede comprender. Ha visto tocadiscos y le encuentra cierto sentido, vagamente, pero no puede decir lo mismo de ese iPod.

Ella suelta una carcajada.

—¡Pero si no se te va a comer! —replica con diversión y rueda los ojos. Ha tratado de introducir a Traian en las nuevas tecnologías, pero está resultando ser todo un reto, un reto imposible al parecer.

Vicio y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora