25. Disfraz

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Es la segunda noche en el nuevo emplazamiento, todavía se respiran los nervios y la pérdida en el ambiente, pero los humanos se han asentando y van hallando el modo de volver a sus rutinas. Hace un par de minutos que han vuelto de cazar y afortunadamente no ha sido complicado conseguir que Alina vaya a entretenerse con niños más de su edad, no ha cambiado gran cosa su actitud porque ambos se hayan confesado, algo que agradece, ha vivido demasiado para aguantar esas noñerías de adolescentes. Traian comprueba la hora, Jöel le aseguró que esa noche solucionarían lo del topo, después de dos días en la nueva ubicación. A veces no comprende el alcance de la estupidez humana. Sin prisa se desplaza por los pasillos, por los que fluyen grupos de humanos, no queda mucho para que los que no luchan se vayan a dormir, pero todavía pasean por allí hasta los niños. Gira en un pasillo y nota que alguien le tira del pantalón. Con tanto humano pululando por allí es fácil que uno tan pequeño como ese pase desapercibido.

—¿Te has perdido, chico? —le pregunta al niño, que reconoce como ese que por poco acabó muerto.

—No —contesta el pequeño negando con la cabeza—. No me creen cuando digo que haces magia y curas. ¿A qué no me lo invento?

Traian toma un poco más de atención de su alrededor, ese pasillo está vacío y si alguien se acerca le da tiempo de despachar al niño y disimular, así que se agacha para quedar un poco más a su altura.

—No te lo inventas, lo que ocurre es que ellos no lo entienden, tú eres más listo —le dice con una pequeña sonrisa.

—¿De verdad? —dice emocionado—. Los mayores siempre dicen que los niños no sabemos cosas importantes y se creen que nos lo inventamos, como cuando les dije que yo podía hablar con mis papis aunque ya no estén.

Traian se detiene antes de responder, y medita sobre aquellos años en las galeras, cuando todavía era humano, recuerda haber conservado la esperanza hablando con su familia, prometiéndoles que los vengaría, inventando qué le podrían decir si tuviera la oportunidad de recuperarlos, aunque sabía que era imposible.

—Los mayores están siempre muy ocupados y aburridos, y cuando crecen olvidan que hay otras formas de hablar. Te pueden hablar en sueños y tú hablarles con esto —le dice señalándose el corazón.

Cam asiente sonriendo.

—Siempre siempre están con nosotros —dice feliz porque alguien lo comprenda. Se acerca a Traian y pone una mano en la de él—. ¿Me puedes enseñar más magia?

A él le cuesta un poco asimilar las palabras del niño, pues se ha quedado mirando casi en shock esa mano tan pequeña sobre la suya, y cuando lo hace se ríe.

—Magia... ¿algo como esto es magia? —le pregunta al reunir polvo del pasillo para que tome forma de un caballo que cabalga en el aire alrededor del niño.

—¡Woaaa! ¡Sí! —afirma siguiendo al caballo con la mirada, emocionado, riendo muy feliz—. ¡Más, más! —pide mirándolo de nuevo a él con grandes ojos—. ¿Puedes hacer un búho? Me gustan los búhos.

—Eso es más difícil.

Finge concentrarse más para al final conseguir eso que le pide: el búho vuela junto al caballo. Está disfrutando tanto como el niño escuchándolo reír.

—¡Ahora guerreros ninja! —dice saltando de la emoción y empezando a hacer movimientos de kárate.

—¿Por favor? —lo instruye a pesar de todo, mientras va reuniendo más polvo. Si sigue mucho así acabará de limpiar ese nido de suciedad al que los han traído.

Cam reacciona casi al instante, salta y lo abraza por el cuello con una gran sonrisa.

—Por favor, Traian —pide.

Vicio y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora