17. Tabaco

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Deja la jarra vacía en la barra del bar. Ha llegado la hora de salir a la puerta para encontrarse con ese que se hace llamar rey de los vampiros y sus aliados. Las negociaciones con los suyos han sido duras y el apremio de tener que dar una respuesta en dos días no se lo ha puesto fácil, sin embargo, al final todos han llegado a la conclusión de que era lo correcto. Jöel se levanta del taburete y camina hacia el exterior del local, dos de sus hombres lo siguen, esos con los que tiene más confianza, esos que son como sus hermanos. Los tres van armados hasta las cejas, no se fían de que todo haya sido realmente una estratagema para emboscarlos, él interiormente espera que no, confía en que ese sea el paso a un futuro mejor para todos.

Al salir al peligro de la noche no ve a nadie, por unos segundos su temor de que sea una trampa aumenta, y entonces siente que algo desciende desde el tejado. Los tres se pegan a la pared desenfundando las armas, pero nada cae sobre ellos, de hecho los últimos centímetros el descenso es suave.

—Oh, joder... ¿Por qué había que esperar allá? ¿Qué necesidad había? Con lo bien que se está en el suelo. Pero la loca de la escalada se tenía que aliar con... —protesta Viorel hasta que Traian le dirige una mirada y detiene su charla—. Ya me callo.

—Puntual —dice Jöel acercándose y observando a los otros dos vampiros con curiosidad y siempre alerta—. Tenemos mucho de qué hablar, pero este no es el mejor lugar para hacerlo.

—En efecto no es el lugar, Jöel Bouma. Esa casa será mejor que el bar que estás pensando, será más tranquilo para tus miedos —opina Traian inspeccionando los pensamientos del humano.

—Me parece lógico que inspecciones mi mente para asegurarte de que no te estoy tendiendo una trampa, pero dado que yo no puedo hacer lo mismo, te pediré que no lo hagas o en cualquier caso que no lo expongas tan abiertamente —le pide entrecerrando los ojos—. Seguidme, ya habrá tiempo para presentaciones.

—¿Ves, Alina? Otra persona más que prefiere conversar, incluso sin tener tanto tiempo de su parte. —Traian no pierde la oportunidad de seguir molestándola al respecto, sonriendo sin mostrar preocupación por la nueva compañía a quienes siguen.

—Nosotros conversamos, eres un exagerado, sólo ha pasado una vez —protesta ella cruzándose de brazos y caminando a su lado.

—No porque no lo sigas considerando —replica Traian con diversión.

—A este paso dejaré de hablar contigo de verdad —refunfuña.

—En absoluto —contesta el Rey con seguridad, con una malvada sonrisa que helaría la sangre de cualquiera.

—No serías capaz de obligarme —asegura ella, aunque no puede evitar dudar.

—Ya hemos tenido esta conversación —le recuerda a la vez que se detiene mirando a un callejón al otro lado de la calle. Puede notar sin llegar a verlos a los vampiros que se acercan, aquellos tan sedientos de sangre humana que no temen sentir un vampiro tan fuerte, aunque para otros inconscientes él mismo es como una luz para una polilla—. Deberías apresurar el paso, este paseo nocturno está despertando a todas las ratas sedientas.

—Estamos cerca —contesta Jöel aunque tanto él como sus compañeros tienen la mano en las armas, alerta, esperando que los ataquen para contraatacar sin problemas.

Traian sabe que están cerca, pero le siguen pareciendo lentos, ha olvidado que lo son tanto, ha olvidado lo que es tener miedo, estar alerta de ese modo, como animalillos. No es que él tenga prisa por llegar, es sencillo darles un empujoncito a aquellos vampiros que se acerquen demasiado, pero no le gusta especialmente hacer de niñera. A lo lejos suena un golpe contra unos contenedores de basura, el grito de otro al caer y los humanos saltan mirando a su alrededor alerta.

Vicio y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora