10. Venganza

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Traian tiene un plan, uno sencillo. Ha tenido tiempo para pensarlo mucho tiempo, ha sido un gran entretenimiento. El plan es no dejarse arrastrar porque Alina sea buena con él, no puede dejarse convencer, ya sabe las consecuencias. Las consecuencias despiertan los recuerdos más dolorosos, de aquello que perdió, que le quitaron, que jamás volverá a tener. No quiere ni pensar en las consecuencias. Y a efectos prácticos, no quiere despertarse tan a menudo sintiendo que están sacándole el corazón de cuajo y aplastándolo frente a sus narices, porque es así como se siente cuando lo revive en sueños. Así que será cortés, dialogará con ella un poco, es entretenido, le gusta sentirse un poco persona. Y comenzará con su ritual de salvación, consumirá su tirita de esa noche y eso será todo. Claro, también tiene que dejarla beber, si quiere. Eso sigue siendo extraño, no puede ser que de verdad esté allí por otra cosa que su sangre, ¿cierto? En cualquier caso, no quiere pensarlo, no quiere averiguarlo, porque una pequeña parte de él sabe que eso le haría más fácil el camino a la perdición. No, no puede permitírselo. Lo primero es él, así debe ser siempre.

Sin embargo, cuando la ve llegar casi corriendo por el camino a las puertas del palacete ya no se siente tan seguro de que su plan sea sencillo. Alina entra en la habitación, cierra tras de sí, deja en la mesa la bolsita con pastillas que el Rey querrá tomar esa noche, y se deja caer en uno de los sillones. Sus manos pasan por su pelo, el cual ni se ha molestado en peinar, y cuando se quita la chaqueta y él ve una camiseta ancha en lugar de su habitual corsé sabe que algo no va bien.

—¿Qué te pasa? No has llegado tarde —dice Traian, todavía resistiéndose a acercarse, tanto a ella como a su mente.

Ella levanta la mirada, tiene los ojos inyectados en sangre, completamente rojos y su mirada muestra un tormento que no ha visto antes en ellos. La vampira niega con la cabeza.

—Recuerdos —contesta y vuelve a bajar la mirada.

—Lo siento —se compadece un poco y le palmea la cabeza—. Suéltalo tranquilamente, luego no hay nada que hacer. Son así —dice con tono de obviedad. Coge las pastillas, se sienta en el sofá y esa vez empieza sólo con dos.

Las imágenes de los recuerdos siguen atormentándola y no está segura si contarlo en voz alta ayudará. Está en shock, no puede pensar con claridad, ni siquiera sabe cómo ha llegado sana y salva hasta ahí porque no es consciente del camino que ha recorrido.

—Mierda —murmura y se frota los ojos—. Es horrible.

Traian espera jugueteando con la bolsa, hasta que no puede contenerse y echa una ojeada a eso que la atormenta, comprobando que es lo que pensaba después del otro episodio del fuego.

—Es su procedimiento habitual. Para ti es horrible, pero es aceptado como algo normal —le dice intentando seguir distante, pero necesita tomarse la tercera pastilla—. Irónico, ¿no te parece?

Alina levanta la mirada y lo mira cabreada.

—¿Y te parece normal? ¿Te parece bien? ¿Por qué cojones no me mataron a mí también? ¡¿Eh?! Habría sido mejor que estuviera muerta —protesta poniéndose en pie y golpea con un pie una silla.

—Ese día les parecería que podías ser útil como vampira —contesta tranquilamente. Por esa vez aguanta su pronto y espera que se calme pues no tiene paciencia con aquellos que osan gritarle.

Ella no le grita, no vuelve a golpear nada, pero sí se queda mirándolo dolida, no espera que la apoye, ni que la consuele, pero tampoco esperaba que fuera un hijo de puta insensible ya que la última vez no lo fue.

—En ese caso tendrán que aprender que no les ha salido bien la jugada —musita con lágrimas rabiosas. La imagen de su hermano pequeño, de sus padres, muertos, desangrados, es tan horrible que le gustaría que no hubiera sido verdad, pero lo fue, ella lo vio, y luego vio cómo quemaban la casa con los cuerpos dentro mientras se la llevaban a rastras de ahí, mientras deseaba estar dentro con su familia aunque fuera quemándose.

—Eso no te va a llevar a ninguna parte, pequeñaja —le dice suavemente tras un momento de silencio.

—¿Por qué no? ¿Cómo voy a quedarme sin hacer nada? ¿Teniendo que seguir trabajando para ellos? —pregunta agradecida por el cambio de tono y se hunde un poco más en el sillón—. ¿Cómo voy a hacer para no saltar a matarlos cuando los vea?

—Ya encontrarás un modo —contesta subiendo los pies descalzos al sofá y arrellanándose, cree que su viaje no tardará mucho en llegar, aunque nunca se ha tomado sólo tres, su número es el cuatro—. Al fin y al cabo, ¿qué puedes hacerles tú?

Alina sabe que nada, ella no puede hacerles nada, es una puta mierda, pero es la realidad. Busca en su cazadora y saca otra bolsa con tres pastillas más, las mira, duda, sabe que a Viorel no le gustará que lo haga y ella se sentirá una mierda si sucumbe por culpa de esos cabrones. Finalmente las tira al suelo con rabia y se acurruca en el sillón, dándole la espalda a Traian.

—Tú podrías detenerlos —dice más para sí, aunque sabe que él la escuchará, pero no busca una respuesta, no espera que él lo haga, al fin y al cabo, ¿qué le importa?

Traian suelta una carcajada un poco después.

—No, no, no puedes matarme o tú mueres —canturrea a alguien sólo visible para él. Se incorpora y ve las pastillas tiradas al suelo—. Un camino dorado de miguitas de pan, una... dos... y ¡ey, eso fue trampa! —protesta cuando al ir a coger la tercera pastilla se tropieza, pero no cae, incluso en su estado se queda levitando, como si fuera tan sencillo como respirar, y coge la pastilla. Se ríe y sigue avanzando por ese camino dorado, de suave perdición que está más que dispuesto a aceptar.

—Gilipollas —musita Alina.

En ese momento lo odia, odia que se drogue, odia que escape de todo, odia ser ella la que le lleva esas drogas. Ese momento, en el que lo único que puede hacer es odiar a Traian, es cuando piensa la única forma que tiene de obtener lo que más desea en ese momento, además de salvar a alguien importante. En ese momento está segura de que ambos acabarán obteniendo venganza.


N/A: El triste pasado de Alina está en gran parte revelado. ¿Qué opinas de su venganza? 

Vicio y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora