Abre la puerta de la biblioteca con el ceño ligeramente fruncido. No ha encontrado a Traian en su habitación donde suele estar, donde la suele esperar y el único sitio que se le ocurre dentro del palacete es la biblioteca. De verdad espera que esté ahí porque sino significará que se ha marchado sin decírselo y eso la hace sentirse totalmente abandonada.
—¿Traian? —lo llama entrando y dando unos pasos hasta que uno de sus pies choca con algo y siente como una serie de botellas empiezan a caer con efecto dominó.
La carcajada que le sigue no ayuda a que el presentimiento mejore y cuando sigue la extensa fila de botellas vacías hasta el origen de la risa lo comprueba. Traian está sentado repanchingado en una butaca frente al escritorio, frente a él está ese ordenador que Viorel le llevó la semana pasada y que hace sólo un par de días terminó de explicarle cómo funcionaba y cómo debía cargarlo con esa batería. Junto al ordenador hay una botella a la mitad, y cuando ha reído lo suficiente, hasta las lágrimas, la coge para beber de ella largamente a morro.
—Cuidado con las botellas —le advierte y se vuelve a reír.
Alina lo mira con asombro y horror, había dado por hecho que estaba superado, que su necesidad de evadirse había quedado completamente en el pasado, al menos cuando no dormía. ¿Por qué ha recaído de repente? No puede haber sido por nada, en parte se culpa por haberse ido la noche anterior, quizá no debió hacerlo. Se acerca a él y lo observa poniendo una mano en su mejilla.
—¿Qué haces, Traian?
—Ordeno la cabeza —le contesta señalando el ordenador.
Se aparta de su mano y mete la mano en un bolsillo de su bata, lo único que lleva puesto, hasta que encuentra lo que busca, un canuto de marihuana, y es entonces cuando ella advierte otras colillas dejadas por la larga mesa, también quemaduras, que enseguida descubre a qué se deben cuando él trata de encender el porro: el primer intento incendia la mesa, el segundo se consume medio porro con la llama espontánea pero logra encenderlo. Da una calada, suelta el humo y bebe de la botella.
—Ordenar la cabeza —repite completamente alicaída al verlo de nuevo así. Le duele, no quiere verlo de ese modo, sufriendo, porque sabe que si lo ha hecho es porque algo le ha hecho sufrir de nuevo por el pasado. Se acerca más a él y observa lo que ha estado haciendo. Al principio no tiene mucho sentido, pero poco después se percata de todo lo que ha escrito, es su historia, sin tapujos, sin medias tintas y entonces comprende. Se gira hacia él y no puede resistirse a abrazarlo—. ¿Por qué?
—Es un ordena cosas —responde con tono de obviedad y un poco desconcertado por el abrazo.
—Lo es pero... ¿por qué decidiste ordenar la cabeza? —rehace la pregunta separándose un poco para mirarlo pero sin soltarlo.
Traian se toma un momento para recordar por qué ha empezado a escribir.
—Para existir de nuevo en el mundo —contesta al final con la misma simpleza. Se remueve para poder dar una calada al porro, al pensar en lo que ha hecho siente que le hace falta.
Alina mira de nuevo el ordenador y luego a él.
—Pero... no era necesario que sufrieras para ello —musita aunque sabe que en el fondo si él quiere que todo el mundo conozca su historia como realmente es tiene que hacerlo así—. ¿Lo has terminado? ¿Hasta dónde has ordenado? —se interesa sentándose en sus piernas pero dejándolo fumar tranquilo, si lo necesita no se lo va a impedir, ya se encargará después de llevarlo a dormir.
Él mira a la pantalla, aunque apenas ve lo que ha escrito.
—Sí, no tienen que saber más, sólo mi reino vampiro.
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Vicio y Sangre
VampireEn un mundo de sangre y caos, el trabajo de Alina es el más sencillo, abastecer al rey vampiro caído de cada vicio que precise, no debe acercarse, no debe preguntar... El único objetivo de Traian es olvidar su pasado e ignorar el caos y la muerte qu...