8. Húmedo

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Le da paso al vampiro, que entra mirándolo sólo de modo fugaz, no es capaz de aguantarle la mirada, y deja una gran bolsa con botellas sobre la mesa.

—Espero que sea de su agrado, majestad —dice respetuosamente.

—Por supuesto, ahora vete, quien seas. Duerme en el sótano —le ordena Traian.

—¿Co-cómo dice, majestad? —tartamudea el joven vampiro—. No puedo hacer eso, tengo que permanecer con usted.

—Sí, ni siquiera estás ya aquí —asegura. Se levanta y camina empujándolo con la mente hasta el sótano, lo obliga a bajar y se asegura de que quede inconsciente lo que queda de noche.

Regresa a su dormitorio, mira a la cama donde Alina sigue dormida, ya ha caído la noche, sin embargo, ella duerme y duerme, lo preocupa un poco, pero supone que el recuerdo y la quemadura la mantienen cansada. Traian da un largo suspiro, se suponía que era un juego para ver hasta dónde llegaría la chica para arriesgarse por ser más fuerte, pero le está haciendo sentir, está dejando de ser un juego para él y eso lo asusta. Se deja caer en el diván y abre la primera botella, no ve por qué habría de demorarse más, el alcohol lo ayudará a olvidarse de todos, del pasado y del presente.

La siente perfectamente despertar, aunque ya se ha bebido una botella entera aún tiene sus capacidades al cien por cien. Sabe que al principio está desconcertada, hasta que recuerda dónde se encuentra, y entonces la siente levantarse y caminar hacia él.

—He dormido demasiado, ¿verdad? —pregunta y lo observa—. ¿Dónde está mi sustituto?

—El sótano es fresco para echarse una siesta —contesta sirviéndose un vaso más y la botella ya va por la mitad.

Alina asiente y se sienta en el sofá.

—Parece que ayer fue un día horrible —comenta con ironía mirando su mano—. Gracias, Traian, por curarme, y salvarme y... dejar que me quede.

—No es como si pudiera echarte, el bronceado no te queda bien —bromea antes de vaciar el vaso.

—Yo pensaba que mi color era el negro —le sigue un poco la broma. Se acerca a él y observa su mano, la tiene un poquito bronceada, él también se ha arriesgado por ella. Estira su mano y acaricia con las yemas—. ¿Puedo beber contigo?

—Hay sangre en la nevera, abajo —le contesta. Sabe que no se refiere a eso, pero también sabe que tiene que tener sed.

Ella asiente, paladea un poco confirmando su propia sed y se levanta.

—No tardo en volver —le dice antes de salir de allí e ir a por sangre. Cuando regresa coge un vaso y lo llena un poco de una botella antes de sentarse al lado de Traian—. ¿Estás bien, majestad?

—¿Qué es lo que quieres preguntar realmente? —pregunta él a su vez dejando una botella vacía más en el suelo, sonríe por notar los primeros efectos.

La vampira se muerde el labio inferior.

—¿Quieres que vuelva a venir?

—Sí, ¿por qué no iba a querer? —le contesta mirándola, aunque para eso necesita incorporarse y apoyar la cabeza en el respaldo del diván.

—Porque te causo molestias —responde con evidencia, pero se encoge de hombros y sonríe—. Mejor, porque quiero seguir viniendo.

—Me entretienes más que molestas —contesta Traian y vuelve a dejar caer la cabeza, le pesa un poco—. Ese sustituto tuyo es un pedante lameculos, me dan ganas de abrirle la garganta para que deje de temblar como una florecilla al viento... no sé por qué no lo he hecho todavía —le confiesa y se ríe.

Vicio y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora