20. Dinero

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El polvo empieza a disiparse poco a poco tras el gran estruendo que habría levantado hasta a los muertos de sus camas, haciendo evidente que falta algo importante en el paisaje de la ciudad, una de las torres más altas ha caído por completo, quedando como evidencia de su anterior existencia un gran montón de escombros, con los humanos que allí se creían seguros ahora aplastados bajo las vigas de acero.

—Hecho —anuncia Traian con una sonrisa de satisfacción cuando llega volando junto con el grupo de aliados y se sacude la gabardina de motas de polvo—. ¿Seguro que no sobra otro? —bromea con una sonrisa maliciosa.

—Impresionante —dice Jöel aún sin apartar la vista del lugar en el que antes estaba el edificio—. No te ha costado nada —apunta más asombrado si cabe.

—Ya te dije que no era ninguna molestia —replica Traian. Le complace su admiración, pero también le molesta su incredulidad.

El moreno asiente y se pasa una mano por el pelo.

—Bien, las noticias ya habrán llegado a nuestro objetivo, deberíamos ir.

—Es una noticia evidente. Deberías hacer que tus compañeros avancen hacia el objetivo, os cuesta bastante llegar —le dice el vampiro, ya ha aprendido que en ese grupo los humanos se consideran compañeros, aunque sea innegable que Jöel manda.

—Vamos a ello, pero no empieces sin estar todos —le advierte Jöel indicando a sus hombres que se pongan en marcha.

—Podría llevarte, como líder te interesará conocer los posibles cambios —sugiere Traian con una sonrisa, a la espalda del humano.

—No voy a dejar a mis hombres solos —deniega Jöel mirándolo sin inmutarse por la insinuación—. Ve con tu aliada.

El Rey se ríe por su respuesta, para no mostrar alterarse se toma muchas molestias para que se aleje de él, pero no le insiste.

—Alina, tú también ponte en marcha —le ordena, ya que la mujer ha llegado al punto de encuentro en moto.

—Nos vemos ahí —asiente ella sin esperar mucho más y adelanta a los humanos.

Traian espera a que los humanos se pongan en marcha antes de elevarse para llegar al siguiente objetivo, aunque Jöel no lo sepa, los vigila desde las alturas, con tal estruendo muchos vampiros recorrerán la ciudad para indagar y por eso cuando algunos se acercan al lugar por el que pasan, se ocupa de que cambien de idea. Todos aparcan en la parte trasera, a un edificio de distancia del objetivo para no alertar la seguridad de su objetivo.

—Alina, te quedarás con ellos, en caso de algún contratiempo lo sabré —le recuerda. Le es más sencillo quedar un poco pendiente de una mente que conoce a distancia, que de muchas, y de ese modo podrá avisarlos sin armar alboroto—. Si tienes lista la ruta, entramos ya, Jöel Bouma —añade observando al otro trastear con una tablet.

El hombre de tez oscura asiente y vuelve a guardar su tablet.

—Todo listo. Avanzar con cuidado y cuidaos los unos a los otros, no quiero dejar a nadie atrás, ¿entendido? —les dice a sus hombres que asienten, él también lo hace y mira a Alina—. Y ella también es de los nuestros, así que protegerla —agrega antes de mirar a Traian y asentir—. Vamos.

Ahora que sabe cómo funciona la tecnología, es sencillo para él desconectar el cable de las cámaras que podrían enfocarlos antes de avanzar.

—Sígueme —le dice caminando hasta la puerta, donde intercepta la mente del guardia de seguridad. Enseguida el hombre se levanta y se acerca para introducir la clave en el primer panel y abrir la primera puerta de vidrio templado, después hace lo mismo con otra metálica que se incendia al acercarse, esa vez con su huella dactilar, aunque el sensor también mide la temperatura corporal, y finalmente una más de vidrio—. Gracias, señor Van Dun.

Vicio y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora