26. Infierno

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El cielo se ha vuelto completamente negro en los últimos minutos, cuando en realidad debería empezar a clarear, gruesas nubes lo han cubierto por completo, en cualquier momento va a empezar a llover, lo siente. Una tormenta, cualquier otro día, habría sido un gran broche para una noche cualquiera, a ella le gusta escuchar llover mientras se empieza a dormir, sentir que el agua lo limpia todo, pero ese día en concreto no le da buenas vibraciones, no la hace sentirse tranquila. Empieza a sentirse asqueada con esa imagen y se aparta de la ventana.

Mira el reloj que hay en la mesilla de la cama. Queda una hora para que amanezca, una hora que va a ser larga y corta al mismo tiempo. Lo sabe, ha pasado así toda la maldita noche. Lo que menos soporta de toda esa situación es que ella tiene que quedarse, tiene que esperar en la base humana porque la lucha es durante el día. Lo que ella desea es poder acompañar a Traian, pero no hay forma de hacerlo y eso le jode y desespera mucho.

—Recuerda que si comienzas a sentir calor tienes que llamarme, ¿lo tienes en marcación rápida? —le pregunta Traian sacándola de sus pensamientos mientras afila las espadas curvadas que se ha conseguido para esa batalla.

Ha estimado cuánto necesita exponerse al Sol para deshacerse de todos esos vampiros ilegales, incluso con la maldita lluvia, pero no está seguro de que los de cinco siglos no puedan haber llegado a ser tan fuertes como lo es Alina ahora, nunca ha tenido que exterminar a nadie de más de un siglo.

Ella asiente mirando el reloj que lleva en la muñeca y que tiene incorporada la función de teléfono.

—Lo sé, y Viorel también lo tiene por si acaso —dice decidiendo sentarse a su lado en el sofá y observar cómo cuida esas hojas metálicas—. Todo irá bien.

—Por supuesto —asegura Traian, no puede permitirse no tener confianza en que así será.

Alina sonríe por esa seguridad, le gustaría tener un poco más en ese momento, aunque confía en Traian y en su poder para terminar con todo. Lleva las manos a las empuñaduras de las espadas, se las quita despacio y las deja en la mesa para poder ocupar su lugar en las rodillas de él y abrazarlo.

—Tienes que tener cuidado, majestad.

—No hay por qué. ¿Qué podría pasar al fin y al cabo? No van a matarme. Pero pongamos que consiguieran atraparme, ya se habrían quedado sin ejército, en el resto del mundo el plan continuará y si es que saben dónde meterme, esa victoria no les durará mucho —le dice con tranquilidad mientras le acaricia la espalda de modo reconfortante.

—Lo sé... pero aún así me gustaría que mañana por la noche volvieras conmigo —contesta dejando un beso en su cuello—. Sano y salvo.

—Lo haré, aunque quizás no me reconozcas —bromea, mientras ladea la cabeza para dejarle más espacio, aunque sin llegar a ser un ofrecimiento de sangre.

—Unos cuantos tonos más en tu piel no me vencerán —asegura ella también riendo. Acaricia ese punto con la nariz, inspira, besa y siente la vena palpitante pero no bebe, ella no lo necesita—. Aunque no consigo imaginarte.

—Sé que no, sin embargo, yo me reconoceré mejor a como era —comenta. Gira la cabeza buscando sus labios y la besa con dulzura.

—No creo que necesites atractivo extra —opina imaginando que si hasta las humanas suspiran por él ahora, cuando vuelva más moreno... Ese pensamiento le hace fruncir los labios un poco.

Traian tira de su labio inferior al verla.

—¿Cuál es el problema, pequeñaja?

—Estoy segura de que habrá muchas viejas gárgolas vampiras deseando echarte el lazo, no me gusta —contesta sin medias tintas, al fin y al cabo ¿de qué sirve dar evasivas cuando tu novio, pareja, amante, y lo que sea en términos románticos, puede leerte la mente?

Vicio y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora