7. Calor

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Calor. Sabe que odia esa sensación. Sabe que es asfixiante. Sabe que no la deja respirar. Los vampiros no sienten calor, no sienten frío, pero ¿eso qué importa? Ella lo odia, lo odia con todas sus fuerzas a pesar de no recordar cuándo fue la última vez que lo sintió. Esa noche cree sentirlo, parece que está sudando aunque sea fisiológicamente imposible para ella. Se remueve en la cama, se aleja de un cuerpo que está a su lado, se quita unas mantas que la cubren, y aun así el calor no se va.

¡Joder! ¿Acaso no puede simplemente dejarla? Quema. Es tan ardiente que hasta parece que hay humo a su alrededor. No puede respirar bien. Ese olor y esa sensación oprimen su pecho. Necesita algo, necesita aire. Se levanta sin ver realmente lo que hay a su alrededor. Sin ser consciente que está más falta de ropa de lo habitual, sin sentir esos ojos que la siguen con la mirada, extrañados. Simplemente sale fuera, necesita aire con urgencia, necesita que el calor se vaya. ¡Quiere que el calor se vaya! Acelera el paso y baja al piso inferior, sabe que hay una puerta que lleva directamente a su salvación, que ahí no se va a quemar. Cuando llega respira, y no pierde un segundo, la abre y toma una honda respiración mientras lo hace, satisfecha. Al menos lo está hasta que el calor pasa a ser dolor, y esa vez es demasiado real.

Una fuerte mano la aferra del brazo cuya mano le duele y tira de ella con fuerza, apartándola de los rayos de Sol que entran por la puerta, con tanta que da con la pared detrás de la puerta.

—¿Se puede saber qué haces? —inquiere Traian antes de empujar la puerta con el pie para cerrarla.

Sólo cuando lo ve con el ceño fruncido, con una franja en su brazo derecho levemente bronceada, casi completamente desnudo, comprende dónde está y lo que ha estado a punto de hacer.

—Oh, joder —dice dejándose caer de rodillas al suelo. Mira su mano, esa que está completamente negra, quemada, carbonizada y que no puede mover. La mira con horror, pero no es la inutilidad de esa extremidad lo que más horror le causa, sino el hecho de haberse lanzado a una muerte segura sin ser consciente de ello. No puede evitar las lágrimas que eso le produce—. Mierda, yo no... mierda, lo siento —se disculpa. Sabe que debe hacerlo, Traian se ha arriesgado y por eso ella está ahí, viva. ¿En qué demonios estaba pensando?

—Eso mismo me pregunto yo —gruñe el Rey habiendo leído sus pensamientos, trata de discernir qué la ha llevado a casi suicidarse. Suelta un bufido poco digno, y se pone de cuclillas frente a ella—. Dame esa mano —ordena con apremio. Apenas puede mirarla sin horrorizarse, tanto por el estado de ella, como por la última vez que vio algo tan quemado y fue a más, casi le hace perder la cabeza.

Le da esa mano, aunque no cree que pueda hacer nada. Traian sostiene la mano sin apenas tocarla, con los colmillos se abre la otra muñeca y aprieta el puño para que su sangre caiga sobre la mano carbonizada. Ni una gota cae al suelo, al contrario, la mano lo absorbe, comienza a nutrirse. Se estira la piel, se torna marrón aunque apergaminada. Él tiene que abrirse la herida una vez más antes de que ella pueda volver a sentir los dedos, pese a que se queda de un tono moreno, está curada. Ha sido una buena cantidad de sangre, pero lo está.

—Vuelve al dormitorio. Vas a pensar por qué lo has hecho, vas a decírmelo y no vas a volver a hacerlo. ¿Has entendido? —le ordena secamente. Para sí, cuando se abrió la muñeca una segunda vez, tuvo que admitir que esa chica empieza a ser importante para él, se está aferrando a no estar tan solo de nuevo y no cree que sea bueno, pero no puede evitarlo.

Alina quiere decirle que no la trate como a una niña pequeña, pero en ese momento se siente realmente como una, así que no puede recriminarle nada. Se levanta mirando aún su mano recién curada y camina hasta el dormitorio donde se sienta en un sillón. Traian tarda un poco más en llegar, no sabe por qué, tampoco le pregunta, está concentrada en recordar qué ha pasado, todo parece difuso.

—Hacía calor —musita abriendo y cerrando la mano—. No podía respirar, necesitaba aire. Yo... son sueños.

—¿Qué soñaste? —inquiere. Su mente está tan enmarañada como ella suena, él puede profundizar y dar con eso que la perturba, pero es más importante que ella lo recuerde y de ese otro modo seguiría sin saberlo.

—No lo recuerdo —dice y se pone las manos sobre la cabeza encogiéndose—. Son flashes, vienen y van, imágenes que vienen y van. Son extrañas, no las entiendo. Creo... creo que había fuego y por eso hacía calor y yo odio el calor, lo odio aunque no sé cómo se siente, creo, y humo... —dice negando con la cabeza—. No puedo recordar más, sólo es eso, y no lo entiendo, Traian.

—Tuviste una vida humana, Alina, todos la tuvimos. Necesitas recordar eso, de lo contrario te volverá a perseguir en sueños y no sabrás diferenciarlo de la realidad. Recuerda —la insta al tiempo que hace que repentinamente se encienda el fuego en la chimenea con el poder de su mente.

El fuego atrae toda la atención de ella, se queda mirándolo fijamente, los recuerdos empiezan a unirse poco a poco en su mente y comprende por qué odia el calor. Se lleva las manos al rostro y niega.

—No quiero recordar más, Traian, no quiero —dice aunque ya ha recordado ese sueño, el de esa noche, en el que la casa donde vivió siendo humana se quemó con su familia dentro, mientras alguien tiraba de ella y no podía dejar de gritar, de toser, de llorar—. Por favor.

Traian se compadece de ella y la ayuda a que los recuerdos se retiren, como desearía que alguien hiciera con él mismo a veces.

—No sólo tu cuerpo se hace más fuerte como si cumplieras siglos, también lo hace tu mente —le dice acariciando su cabeza y espera hasta que ella se calma un poco—. Vuelve a dormir —aconseja con tono suave antes de él mismo volver a la gran cama de doseles, preguntándose cómo es que esa mañana ella se ha quedado a dormir en su cama, las setas de la noche anterior no le dejan dilucidar la verdad.

—Lo siento —musita acurrucándose en el sillón y cerrando los ojos.

Ya no puede ver tan nítidos los recuerdos, pero han dejado una sensación triste en ella. Viendo que de ese modo no es capaz de dormir se levanta, camina hacia la cama con la mirada gacha y se cuela en las sábanas, al lado de Traian. Su presencia la calma casi al instante y poco después está dormida. 


N/A: Si casi perder una mano no une, ya nos diréis qué  😜 Em... sí, estaban durmiendo desnudos, en la misma cama, pegaditos. En el próximo más.

Vicio y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora