14. Fastidiar

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—¿Qué pasa? —inquire Viorel al ver que su amiga se queda mirándolo—. No me lo digas, tengo una mancha, es eso, ¿verdad? He pasado horas eligiendo y al final he tenido que coger la peor camiseta. No son pintas para presentarme, tendría que haber cogido una camisa y unos vaqueros menos modernos. Es un desastre. Mierda... —dramatiza inspeccionando todo su atuendo.

Están en una cafetería a las afueras de Cluj-Napoca, hay un par de vampiros vegetando con una taza de café caliente en las manos, no lo beben, pero se siente bien el calor. No es un sitio de lujo, pero tampoco se está cayendo y ya que Traian le pidió un lugar poco concurrido, obviamente porque su sangre tan fuerte llamaría la atención, es el lugar adecuado. Sin embargo, Viorel lleva de los nervios desde que le dijo que Traian había accedido a verlo —pese a su enfado por los somníferos al día siguiente la oferta seguía en pie—. Quedan cinco minutos para que el Rey se presente allí y la histeria de Viorel está alcanzando cotas insospechadas.

—Estás bien, Viorel, no te estreses, no se te va a comer por tener una manchita —le dice ella con diversión—. Creo que te está dando un tic en el ojo.

—¡¿Tengo una mancha?! —exclama alterado por la confirmación—. Joder, tengo una mancha y un tic, como si fuera un viejo defectuoso —se lamenta buscando con detenimiento esa mancha hasta que la encuentra, diminuta y difuminada en el borde de la camiseta—. Mierda, mierda, mierda.

—Viorel, cálmate —le pide rodando los ojos—. Te aseguro que Traian no se va a fijar en eso a no ser que estés tan obsesionado que lo use para burlarse un poco.

Viorel palidece más al escucharla y recuerda que el otro vampiro puede leerle la mente, después deja caer la cabeza contra la mesa y se da unos golpecitos más.

—No pienses en todas estas cosas, no. Mal, Viorel, mal.

Alina rueda de nuevo los ojos, pone una mano en la cabeza de su amigo, acaricia y hace que la mire para darle un suave beso.

—Irá bien, ¿vale?

El joven asiente y respira profundamente intentando creerla y relajarse, decide sujetar una mano de ella intentando que le pase buenas vibraciones, no es de las personas que creen en esas cosas normalmente, pero por probar que no falte. En unos minutos comienza a creer que funciona, que se está calmando y todo irá como la seda y entonces lo nota. Una fuerza que un segundo antes no estaba se ha detenido frente a la cafetería, es algo inaudito, terrible, como ver pasar un tornado frente a tus narices, sin saber si se va a desviar un poco hacia ti y arrastrarte, y a la vez es como un gran imán. La puerta se abre y el vampiro con el cabello y los ojos rojos entra y su presencia llena toda la estancia. Los dos vampiros con sus tazas de café y la camarera se quedan mirándolo como animalillos ante los faros de un coche, con temor y reverencia.

—Seguid con vuestros asuntos —dice con su voz profunda, segura. Su pronunciación es perfecta y a la vez hay algo distinto en su acento que suena a una tierra lejana, aunque en realidad se trata sólo del tiempo.

Los parroquianos vuelven a mirar sus tazas como si los hubieran pinchado, Traian esboza una maligna sonrisa, complacido con tal servilismo, y se dirige a la mesa en que Viorel y Alina están sentados.

—Así que este es el cachorrillo que querías que conociera —se mofa tomando asiento.

La vampira sonríe divertida y rueda los ojos por tercera vez en poco rato.

—Traian él es Viorel. Viorel... Traian, aunque supongo que debes llamarlo majestad o se mosqueará —deduce mirando al Rey interrogante.

—Oh, joder... —musita Viorel cuando recupera la capacidad de hablar, aunque todavía no registra lo que dice.

Vicio y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora