Prólogo

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Años antes

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Años antes

*Ring ring*

—Hemos terminado el año escolar, espero verlos en unos meses — comentó Jann Cold, el profesor de pintura.

En unos de los primeros puestos se encontraba Sofía Musteri. Su cabello liso y sedoso de color miel les gustaba a todos. Solamente eso. Era la única razón por la que todos la miraban, sobretodo las chicas que querían tener su cabello de esa forma. 

El timbre sonó y Sofía salió de clases con unos cuántos libros en sus manos. Se sentía aliviada de haber terminado las clases. Estaba en octavo (ahora que había terminado, ya podía decir en noveno). Desde que entró al colegio no había logrado hacer ninguna amistad allí, todos les parecían idiotas, mientras que los demás la veían a ella como la rara del salón, no era lo suficientemente sociable.

Mientras caminaba, deseaba llegar a casa y tirarse en su cama para seguir leyendo su libro favorito, stalkear, dibujar, leer e interactuar en hilos de Twitter... Y un sin fin cosas, las cuales resumen sus vacaciones. La verdad es que disfrutaba hacer eso, era feliz haciéndolo.

Detrás de ella venía un grupo de compañeros que compartían varias clases con ella. Sofía caminaba lentamente cuando sintió un fuerte empujón en su hombro que hizo que se cayera al suelo junto a sus libros. Sintió tanta pena y vergüenza que agachó su cabeza y rápidamente empezó a recoger sus libros pisados por aquellos estudiantes. Todo fue tan rápido que no pudo ver quien la había empujado, aunque le restó importancia.

Unos de los chicos que estaba en ese grupo se devolvió y se agachó junto a la chica, ella nerviosa seguía recogiendo aquel desastre.

Lo miró. Era alto y flaco, con el cabello de color negro, estaba un poco despeinado. Su sonrisa era perfecta al igual que sus labios rosados.  

—Oye, ¿quieres qué te ayudé? —preguntó él.

—No, no, no es nada grave —contestó ella avergonzada.

El chico recogió algunas hojas. 

—Ten, hay unas hojas que también se te cayeron.

—No es necesario, puedes irte.

—Solo... Te quiero ayudar.

Ella se quedó en silencio por un momento.

—Tengo suficiente con el desastre que tú y tus amigos hicieron.

—Yo no causé nada. Mi nombre es Gadiel. ¿Cuál es tu nombre? ¿Puedo saberlo? Les reclamaré a mis amigos por lo que sucedió.

—Lo sé —dijo, mirándolo confundida—, y no te daré mi nombre, ya deberías saberlo, compartimos varias clases juntos.

De todos sus compañeros, Sofía únicamente recordaba el nombre de Gadiel, había sido el mejor en la clase de Biología durante todo el año.

—Está bien, solo quise ser amable —aclaró, un poco molesto.

Sofía puso sus ojos en blanco.

—Lárgate con tus amigos. Solo... Déjame en paz —reclamó Sofía, levantándose y retirándose del lugar.

—Puf. ¡La próxima vez camina rápido, niñita!

—Idiota...

«Sí, ese es el arrogante Gadiel»

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