17.- Reunión

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Grecia agarró las maletas junto a sus hijas en el aeropuerto. Sofía tomó la mano de Leire y salieron del área de desembarque. En la salida esperaban ansiosamente su tía Julia, su tío Chris, y por supuesto, su primo Thomas.

La chica corrió a hasta él.

—¡Por fin estás aquí! —exclamó Thomas.

Ambos se abrazaron.

—Eres toda una mujer —comentó su tío. El hombre estaba tan feliz de ver a sus sobrinas. Sofía no se resistió a abrazarlo.

—Pero, no puedo negar que la más hermosa es ella —señaló a Julia —. La mejor tía que puede existir en Londres — le dio un beso en la mejilla.

—Ya no eres tan pequeña —dijo Chris,  cargando a Leire entre sus brazos.

Thomas se acercó.

—Por favor, mírala, aún es la pequeña hormiga —pellizco las mejillas de la niña.

—Déjala en paz Thomas, no empieces a molestarla —ordenó Julia sonriendo —, ¿cierto que eres la pequeña más hermosa que hay?

Leire, sonriente, afirmó con su cabeza.

Julia sacó de su chaleco un chocolate y se lo entregó. La niña celebró con mucha alegría.

Grecia saludo amablemente a cada uno. Los tres estaban felices que ellas estuvieran allí. Salieron del aeropuerto y caminaron hasta la camioneta de Chris.

Leire y Chris se adelantaron, atrás de ellos iban Sofía y Thomas, ambos hablaban sin parar, y más atrás, Grecia junto a Julia.

—¿Estás usando colágeno? —preguntó Julia

—No, ¿por qué?

La mujer la miró y detalló su rostro.

—Tienes un cutis perfecto, además, tu cabello está muy bonito.

—Oh, gracias. Supongo que la vejez no es para nosotras. 

Ambas empezaron a reír

—He estado confundido. No lo sé, siento que soy un desastre —explicó Thomas —. Hace días, fui para la tienda en donde trabaja y le pregunté: «¿en dónde está la mostaza dulce», ¿y sabes en dónde estaba?

—¿En dónde?

—¡DETRÁS DE MÍ! ¿Puedes creerlo? ¡Que idiota soy!

Sofía no paró de reír. 

—¿Cuándo iremos a la tienda? Quiero conocerlo —susurró con una mirada pícara.

—Sofía... No empieces, no quiero hablar más de eso. Mejor háblame de Gadiel.

—¡Cállate! No quiero saber nada sobre ese tipejo. De hecho, quiero no pensar en él.

—Al menos dime que sucede con ese «tipejo»

—No.

El chico chocó suavemente su hombro contra el de ella. 

—Dimeee.

—No.

Leire destapó su chocolate. Se lo comía muy feliz en brazos de su tío.

—Pequeña, ¿sabes que preparó la tía? Es algo que te gusta mucho.

La niña abrió más sus ojos. Encogió sus hombros, sin saber que responder.

—Tarta de frambuesa.

—¡Sí!¡Sí! —gritaba sorprendida —¿Solo para mí?

—No querida. No querrás parar en un hospital —reía él.

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