Epílogo

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—¡Bueno, necesito que te apures, hay muchos italianos esperando por ti! —exclamó Thomas.

—¡Y por ti también! —gritó Sofía.

—Ah no, Thomas es mio —interrumpió Jacob.

—¿Por qué tienes que tardar tanto, Sofía? —preguntó Anastasia.

Sofía abrió la puerta del baño de manera muy violenta.

—¿Al menos me dejaran maquillarme bien?

—Podemos ser racistas —dijo Thomas.

—Borrachos —continuó Jacob.

—Fastidiosos —agregó Anastasia —. Pero no somos malos amigos, no te dejaremos salir como un payaso, cuando claramente la salida es para conseguirte un hermoso hombre Europeo de chocolate blanco para que te cases con él.

Sofía puso sus ojos en blanco y dijo:

—No entiendo su obsesión de conseguirme un novio.

—Bueno, porque te queremos —explicó Thomas —. Ya es hora de que disfrutes lo bueno de la vida.

—Tener sexo todos los días no es disfrutar de la vida primo. Mira a Jacob, el pobre muchacho ya no puede más contigo. Hasta lo veo más flaco.

—¡Sofía! —empezó a reír —. ¿Qué quieres decirme con eso? ¿Acaso estás insinuando de que Jacob y yo tenemos sexo todos los días?

—Sí.

—Bueno, no es así.

—Eso no es lo mismo que opina él, ¿no es así? —miró a Jacob.

—Ah, no, Sofía. No diré nada.

—¿Pueden callarse por un momento? Ya quiero salir de este puto apartamento —habló Anastasia un poco irritada.

—Bien, ya estoy lista.

—¡Al fin! —exclamaron todos.

Salieron del apartamento y fueron hasta unos de los bares que quedaba cerca de la zona. Al entrar, Sofía se delantó y caminó hasta la barra y escuchó una voz conocida detrás de ella. Volteó y observó un grupo de chicos. Miró detalladamente y estaba él allí, no sabía que hacer, se quedó paralizada.

—Mierda, ¿por qué está aquí? —pensó —. ¿Cómo carajos llegó justamente a este lugar?

—Sofía, ¿qué vas a querer tomar? —preguntó su primo.

Ella no le contestó.

—¿Sofia, qué sucede? ¿Estás bien? Te veo muy pálida —insistió.

—Thomas, él está aquí.

—¿Quién?

El chico echó un vistazo y dijo:

—Espera, ¿Qué hace él aquí?

—No lo sé, Thomas...

—Oh... Mierda.

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