38.- Estrellas

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—Ya hemos estado caminando por horas este bosque y aún no encontramos la salida —comentó Alejandro un poco irritado.

—Todo es tu culpa —dijo Henry.

—¿Mi culpa? ¿De verdad? ¿Y quién es el que ha estado actuando como una verdadera basura durante todo el paseo?

Gadiel y Sofía se miraron a las caras, confundidos, sin saber cuál era el problema de esos dos.

—Bueno, deténganse. Debemos concentrarnos en salir de este lugar. ¿Bien? Dejen sus diferencias a un lado y mejor ayuden a pensar por donde nos podemos ir para llegar de nuevo a las carpas. No quiero pasar la noche en medio de esto, podría venir un animal y...

Gadiel tomó a la chica por detrás y la asustó. Con su grito, quizás la escucharon todos.

—¿Qué carajos te sucede, Gadiel? No me asustes, estoy muy nerviosa.

—¿Qué? ¿Acaso crees que vendrá un oso y nos comerá?

Todo se quedaron viendo al chico con mucho temor en sus rostros.

—Que gracioso eres, Gadiel —Alejandro puso sus ojos en blanco e ignoró la sonrisa de Henry.

—Bien, no quise asustarlos. En el lugar de las carpas había un mapa que mostraba una laguna, estaba muy cerca del lugar.

—Tienes razón, eso quiere decir que tenemos que encontrar la laguna. Mejor empezamos a buscarla, ¿no?—propuso Sofía —. No creo que esté muy lejos. La laguna está cerca de la montaña que tenemos al frente.

Henry hizo bufido y con toda su antipatía agregó:

—Es imposible. Ni siquiera sabemos em donde estamos.

Alejandro sacó una brújula y giro al su alrededor. Todos esperaron a que el chico dijera algo.

—Recuerdo que ese mapa... Siganme, ya se como llegar.

Los chicos, muy sorprendidos, lo siguieron. Pasaron al menos diez minutos cuando empezaron a aparecer algunos arroyos y el sonido del agua fluir. Luego de caminar un poco más, subieron una pequeña colina, y allí estaba, la laguna tapada con un poco de niebla.

Los cuatros se alegraron y abrazaron a Alejandro. Henry, luego de hacerlo, se retiró un poco y permaneció con su actitud de antipatía nuevamente.

—¡Sofía! —dijo una voz de una chica a través de la niebla —¡Sofía! —se acercaba cada vez más.

—¿Laura? Estas aquí —abrazó a su amiga.

—¿En dónde carajos estaban ustedes?

—Perdidos, Laura. Gracias a Alejandro llegamos hasta aquí.

—Chicas, creo que deberíamos ya irnos. Hace frío y la niebla no deja ver nada. ¿Lex esta contigo, Laura? —preguntó Gadiel.

—Sí, esta a unos metros de aquí. Él se quedó cerca de aquella cabaña —señaló con su dedo —. Bueno, solamente se ve una pequeña luz. Hay que caminar hasta allá.

—¿Cómo hiciste para reconocernos? Es una gran distancia —comentó Henry.

—Puedo reconocer fácilmente la voz de Sofía y Alejandro.

Todos caminaron hasta la luz del fondo, cada vez que se acercaban, comenzaba a tomar forma la cabaña. Todos querían entrar y sentarse junto a la chimenea para un poco de calor. El frío estaba cada vez más fuerte.

Escucharon varias voces que venían desde la cabaña, antes de entrar, la puerta se abrió rápidamente.

—¡En dónde se habían metido! —exclamó Sebastián.

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