5.- La feria

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Laura caminó rápidamente hasta el lugar donde la esperaba Lex, su menteestaba nublada mientras que trataba de ocultar sus nervios, pero era algo imposible

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Laura caminó rápidamente hasta el lugar donde la esperaba Lex, su mente
estaba nublada mientras que trataba de ocultar sus nervios, pero era algo
imposible. A lo lejos, debajo de un árbol, estaba él, con una chaqueta color marrón y debajo de ella llevaba una camisa de color blanco, mientras que el sol iluminaba su cabello amarillo. El chico llevaba las manos en los bolsillos de su pantalón debido a sus nervios, volteaba a todos lados tratando de encontrar a Laura.

Ella, antes de llegar hasta él, bajo su cabeza, respiró y puso una mirada neutra para ocultar su alegría, no quería quedar como la típica chica que se enamora en la primera cita, pensaba ella.

—Hey, Lex.

—¡Laura! Creí que no vendrías —sonrió.

—Lo siento, salí tarde de casa —dijo sonrojada.

—No tienes que disculparte, a veces me pasa lo mismo.

Ambos rieron y se quedaron mirando fijamente, sus ojos brillaban y sus
corazones latían velozmente.

—Así que...

—Tengo preparado un genial día, primero iremos por unos helados, ¿vamos?

—Vamos.

Durante el camino no hablaron mucho, Lex era un gran corredor, pero era la
persona más tímida, al igual que Ana, juntos hacían una perfecta combinación. Caminaron algunos metros y llegaron a una pequeña heladería que se encontraba junto a un parque.

—¿Qué sabor te gusta? —preguntó él —. ¿Fresa?

—Detesto el helado de fresa.

—Oh... No me lo esperaba.

—¿Qué? ¿Acaso por ser mujer tiene que gustarme el helado de fresa?

Lex se incomodó y llevó su mano al cuello.

—No, no, nunca pensé eso —dijo apenado —. Quiero decir, es que a la mayoría les gusta, pero pensándolo bien tiene un sabor raro, creo que ya no lo comeré más.

—Descuida —rio ella a carcajadas—, solo bromeaba, no es necesario que
cambies tu opinión sobre el helado de fresa. —Vio los sabores exhibidos y eligió —. Querré una barquilla de chocolate y vainilla.

—Un barquilla de chocolate y vainilla para la señorita —ordenó —. Para mí una de chocolate.

A los pocos minutos ambos agarraron sus barquillas y fueron a dar un paseo
al parque. El día estaba perfecto, soleado y con algunas nubes en el cielo. Se sentaron en la grama lejos de todos mientras comían su barquilla, los chistes malos de Lex hacían que Laura no parara de reír, a él le gustaba verla así de feliz, lo hacía sentir seguro de que todo estaba saliendo de maravilla.

—Y por eso una cebra no puede usar una tanga negra.

—¡Detente! Me duele mi estómago, además, se me ha caído una bola de
helado por culpa de tus chistes.

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