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El timbre suena y estoy segura que es Agus, es su hora de almuerzo.

Otra vez se olvidó las llaves.

—¡Agus! ¡Te he dicho muchas veces que...! —abro la puerta de un solo golpe y las palabras terminan siendo un susurro— no olvides las llaves...

—Hola castaña, bonito albornoz —Jayden entra a casa como si de una pasarela se tratara.

—Pero... ¿Qué haces aquí? Aun no son la una de la tarde.

—¿Tu reloj está dañado?

—Claro que no.

—¿Cuánto a que está dañado?

—No lo está.

—Vale, tendrás que hacer algo que yo te diga si es que está dañado.

—No haré nada porque estoy segura de que no está dañado.

—Si tanta confianza le tienes a tu memoria hagamos el trato.

—¡Bien!

Extiende su mano y la acepto de manera divertida.

—Mira tú móvil.

—Espera voy por el.

—Te acompaño.

—¿Para?

—No correré el riesgo de que cambies la hora.

Entorno los ojos y dejo que me siga a mi habitación.

—Vaya... —silba—, pero que orden.

—No critiques mi espacio, no he tenido un buen día —hago que se calle mientras busco mi móvil— ¿Dónde carajos lo dejé?

—¿Es ese? —señala mi mesa de noche y muerdo mi mejilla interior al ver el nombre de mi madre adornando la pantalla.

Maldita sea.

—Eh disculpa ¿Puedes salir un momento? —pregunto intentando darle una pequeña sonrisa.

—¿Para?

—Mi madre me está llamando.

Mete sus manos a sus bolsillos y niega.

—El reloj.

Bufo antes de rendirme y contestar.

—Buenas tardes ¿Qué pasó?

—Quería que me confirmes si vendrás hija.

—Y-yo no lo sé, no creo poder ir tengo mucho trabajo.

—Pero puedes venir cuando terminen tus horas laborales.

—Es que justo tendré una reunión de trabajo muy importante después de eso y...

—Quiero que estés aquí.

—Lo lamento, pero no creo poder aparecer por ahí.

—Heather...

—¡No pienso ir! —me exaspero, Jayden me mira con una ceja enarcada y suspiro dando media vuelta acercándome a la puerta del cuarto de baño— No pienso ir y cruzarme con Oliver ¿Vale? Ustedes saben todo el daño que me hizo ¿Y quieren me lo cruce? —mascullo.

—Hija...

—¡Me pegó! ¿Es que ninguno de ustedes lo entienden? No fue un jaloneo, no fueron unas palabras fuertes ¡Fue un golpe! ¡Un golpe que me dejo morada e hinchada la mejilla por unas largas semanas! ¡Un golpe que Abel intentó hacer ver como una simple pelea de pareja!

—Cariño...

—Yo... yo no sé si iré, lo lamento.

—Te prometo que no vendrá Oliver, te lo juro, pero por favor ven...

Quizás algún díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora