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Jayden Harris

Camino hasta salir de la maldita oficina de la empresa de los Black, estoy harto de verles la cara a los inútiles de sus empleados que no hacen nada más que mandarme a "espera", se supone que ya firmé un contrato y ya tengo que comenzar con el trabajo, pero no, claro que no, ellos quieren que espere que la encargada del diseño digital se digne a estar presente para poder comenzar a trabajar con los planos de logos y demás.

Ni siquiera sé porque no traje mi auto, decidí venir en un maldito avión porque quería llegar lo más rápido posible y me salen con eso, por suerte mis empleados ya dejaron mis cosas en mi nuevo apartamento el cual ocuparé por un mes.

Camino por las calles con el maldito traje que me incomoda y no tardo en pasar un parque. Muchos niños jugando y padres corriendo tras de ellos, de tan solo ver la situación me entra estrés.

Mi móvil suena y el nombre de mi padre aparece haciendo que entorne los ojos.

—Bueno.

—Hijo...

—¿Qué pasó?

—Me han llamado de la empresa de los Black, dicen que puedes pasar la otra semana, la empleada encargada de diseño digital comenzará con su trabajo presencial el día lunes, es decir en dos días.

Mascullo unas maldiciones y termino diciendo un simple "ok" y colgando la llamada.

Me han traído para perder el tiempo.

Mi mirada pasa por todo el parque buscando en cada esquina algún taxi que me lleve a mi departamento, pero lo único que llama mi atención son unos niños rubios correteando tras una mujer de cabello castaño quien cae al piso cuando los niños se lanzan encima de ella.

Eso debió doler.

Dos hombres más se acercan cubriéndome la visión de la situación y yo frunzo el ceño al notar lo interesado que estaba viendo la situación. Muevo la cabeza y en mi móvil busco una empresa de taxis para poder solicitar uno, no tardo mucho en hacerlo, me dan treinta minutos de espera así que camino a la cafetería que sigue estando al frente del parque y pido un capuccino como el que tomaba ella...

Maldita costumbre.

Lo tomo poco a poco y me siento en una banca del parque esperando que la aplicación me avise que mi taxi ya ha llegado.

Paso mi vista por todo el parque, pero por alguna extraña razón me sigue llamando la atención esa familia que tiene a dos niños rubios que corretean por todo el lugar gritando y riendo haciendo que quien supongo es su madre, a quien no se le ve la cara, pierda la paciencia cuando casi pisan el pastel que está en la manta extendida en el piso.

—A ver —los llama la chica— ¿Ya quieren soplar las velas?

—¡Si! —los niños aplauden— Lueo quieo come patel.

—Claro que sí, vengan a ver.

La voz se me hace extrañamente conocida.

Comienzan a cantar la canción mientras aplauden y prenden unas velas de las que salen chispas haciendo que la niña grite entusiasmada, el niño solo la mira con el ceño fruncido.

—Los amo mucho, mis niños —la mujer abraza a los niños y cuando está por girar el rostro mi móvil comienza a sonar haciendo que toda mi atención se disperse de la familia que parece ser muy feliz.

El taxi ha llegado. Ansioso por llegar a mi apartamento y tomar una ducha de una jodida vez hace que casi corra hacia el transporte. No tardo mucho en llegar a mi destino, cuando entro a el edificio me entregan mis llaves y subo el ascensor.

El apartamento no es muy grande, ni muy pequeño, es perfecto para mí y para vivir por un mes aquí.

Quito la corbata que aprisiona mi cuello y la lanza a algún lado del lugar, entro a la que será mi habitación y en la que ya están todas mis cosas, no tardo mucho en meterme a la ducha con agua temperada mientras dejo que mi cuerpo se relaje y el estrés deje mi cuerpo.

• • • • • •

Al fin es lunes maldita sea, un día menos para largarme de este lugar.

Después de haber mandado a traer mi querido auto, al fin lo tengo, ni siquiera he salido en estos dos días. He decidido mantenerme aquí porque el dolor de cabeza solo aumenta.

Salgo del apartamento y subo a mi auto dirigiéndome a la empresa utilizando el GPS para no perderme y llego con algunos minutos de retraso.

La mujer de recepción no tarda en indicarme la oficina a la que tengo que ir primero, la de Agus Black.

Mirando mi reloj camino a paso seguro hacia la oficina y entro sin tocar la puerta, el hombre me mira con la mandíbula apretada.

—Buenos días —masculla.

—Quiero saber con quién voy a trabajar, cuando, donde, para qué y cómo será el progreso. Ahora.

—Primero, deja de darme órdenes y baja tus humos. Segundo, quiero saber porque carajos tu empresita ha querido hacer un contrato con la mía.

—Porque se me dio la gana, ahora dime con quien, donde y en qué comenzaremos a trabajar.

—Maldita sea —masculla levantándose del asiento y caminando por todo el lugar.

Heather Levine

Camino por los pasillos de la empresa después de dejar a mis niños en la guardería en la que los inscribí mientras yo trabajo.

Entro a mi oficina y no puedo evitar sonreírle a Asher, mi compañero de trabajo con el que más he convivido a pesar de mi trabajo desde home office. Aunque varias veces se me ha insinuado y coqueteado sutilmente nunca le he prestado atención porque no sé cómo sentirme al respecto, aunque hay que admitir que es bastante atractivo.

—Buenos días Asher —lo saludo mientras se acerca.

—Hola Heather —me sonríe mientras se apoya en mi escritorio— ¿Cómo has estado?

—Muy bien ¿Y tú?

—Todo bien ¿Cómo están los mellizos?

—Ellos también están muy bien —sonrío—, los dejé en la guardería.

Asiente.

—Bueno, que tengas lindo día Heather, hoy llegó una nueva colaboración con la empresa de los Harris —suspira—, nos vemos más tarde —sonríe y no tarda en salir de la oficina.

Mierda.

Harris...

Jayden Harris...

¿Él está aquí?

Mi respiración se agita y no creo poder mantenerme tranquila sabiendo que él probablemente está aquí.

Salgo de la oficina en busca de Agus porque necesito saber si es que él realmente se encuentra cerca, si es así simplemente prefiero irme. No quiero volver a verlo, no lo he visto por tres años y unos meses más, no quiero verlo ahora, no quiero pasar por ese dolor nuevamente, no quiero volver a ver sus ojos tan fríos como aquel día que me dijo que abortara a mis hijos, simplemente no quiero saber lo feliz que probablemente es con su matrimonio y su hijo, no quiero ver al hombre que me hizo amante de una relación, simplemente me niego a eso.

—Asher ¿Has visto a Agus?

—En su oficina —dice firmando unos papeles, asiento y agradezco casi corriendo, aunque los tacones y la falda que llevo puesta no me lo permiten. Joder.

Abro la puerta sin avisar y antes de que pueda decir algo las palabras se atascan en mi garganta y mis ojos suben por el pecho que interpone mi camino y no tardan en llegar a ver los ojos verdes y el cabello rubio del hombre que tanto evité ver y pensar y que además, es padre de mis hijos.

Quizás algún díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora