✨Cuarenta y tres✨

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Joaquín respiró pesadamente cuando sintió los húmedos labios de Emilio recorrer todo su cuello.

Ladeó ligeramente la cabeza y dejó que tomara cuanto quisiera de piel. Estaba ardiendo en un deseo que lo obligaba a untarse incontroladamente sobre el cuerpo que lo llamaba a gritos. Gemía, lloraba y le suplicaba a su alfa ser poseído y anudado, trataba de calmar la excitación que parecía nunca extinguirse, su necesidad sólo crecía y los toques de su pareja sólo parecían agravar el calor que lo consumía. 

Ambos celos habían llegado, los dos intentaban apaciguar su sed en el cuerpo del otro, sus animales rasgaban inquietos, empujando a los humanos a tomarse y a complacer a ambas almas que anhelaban fuertemente enlazarse y volverse uno solo.  Emilio amasó la zona del pecho y succionó con fuerza el sensible pezón. Estaba fuera de sí, había dejado de ser delicado desde el momento en que le arrancó la ropa a su omega, y lo mejor era que Joaquín le estaba correspondiendo con la misma intensidad.

Los suaves muslos lo apretaban deliciosamente en su cintura, estimulando su pene con aquellos regordetes glúteos que se movían descaradamente por su pelvis. Apretó con morbo la carne de las caderas y empujó con más fuerza su miembro por la línea de separación. 

-Más- Joaquín presionó la cabeza sobre su pezón y gimió gustoso cuando Emilio le mordió con saña. 

El aire era abrumador, las feromonas invadían por completo la atmosfera volviendo complicado respirar con tranquilidad. Joaquín podía sentir el aroma a cacao invadirle la nariz y drogar sin permiso todos sus sistemas. Bajó la mano hasta la entrepierna del alfa y envolvió sus dedos alrededor de la larga extensión, provocándole un gemido áspero a su pareja. Estaba completamente duro y palpitaba entre su palma como un segundo corazón. Pasó el pulgar por el hinchado glande y su cuerpo tembló ansioso cuando sintió entre sus yemas las pequeñas púas de cartílago alrededor de la superficie. 

Aparecían sólo en el celo y a diferencia de los tigres salvajes, las púas no causaban daño, puesto que la superficie puntiaguda había evolucionado a una redondeada al no tener un motivo reproductivo en híbridos. 

-Quiero que me anudes- Ordenó mientras apretaba el glande y pasaba su pulgar por el meato- Quiero que llenes y me hagas tuyo-  Emilio gimió y echó la cabeza hacia atrás cuando sintió la mano de Joaquín bombear su pene de arriba hacia abajo. Estaba perdiendo el control, sentía la adrenalina y la excitación recorrer cada parte de su torrente sanguíneo. Sus fosas nasales recibieron con deleite el olor a lubricante, un aroma que lo llamaba y lo orillaba a tomar al omega que gritaba fertilidad. 

-Hueles tan bien- 

Recorrió el interior del muslo con su nariz disfrutando de la reacción de la piel de Joaquín que temblaba a su paso. Llegó al miembro que descansaba en el abdomen, y se complació con la vista, la punta estaba roja, sensible y manchada del líquido preseminal que se escurría y se perdía por la extensión. Lo tomó en su boca y sintió un tirón en su abdomen cuando estuchó el agudo gemido que escapó de los labios del omega. Ondeó su lengua y se encargó de acariciar el glande mientras el resto del falo se estimulaba con las paredes de su boca. 

-Emilio- Llamó tembloroso- ¡Ah! - 

Joaquín sintió tres dedos entrar en él, abrió más sus piernas y dejó que más lubricante se derramara llamando de la manera más primitiva a su alfa. Tomó la mano, impaciente y aumentó la velocidad del movimiento gritando de placer cada que los dedos presionaban su próstata. 

-Por favor- Suplicó al borde. 

Emilio se incorporó y buscó los labios de Joaquín. Se hundió en su boca bebiendo con premura de los ansiosos labios que tanto amaba. 

Sintió la lengua escabullirse traviesa por la cavidad y él respondió ante aquella intromisión abriendo la boca aceptando gustoso la acción. Sintió la textura aterciopelada acariciarlo y reclamarlo. Emilio sintió enloquecer, sabía que había estado maltratando los gruesos muslos de Joaquín con sus manos, pero no encontraba otra forma de canalizar todas las sensaciones de su ser. 

Se separó del beso y gimió gustoso al ver al omega respirar con dificultad, con las mejillas completamente sonrojadas y los ojos con lágrimas amenazando con salir. Alineó su pene en la entrada pasando su brazo por debajo de la espalda lumbar para tener un mejor agarre. 

-Mío- Gruñó en su oreja ya perdido en las penumbras del placer. 

Entró de golpe causando que Joaquín gimiera fuerte y se aferrara a su espalda arañando la piel expuesta. Comenzó a moverse, las estocadas eran firmes y fuertes, no estaba siendo lento porque sabía que era lo que menos necesitaban, ambos estaban buscando con desesperación unirse y la paciencia no estaba en sus vocabularios. 

Tomó con firmeza las caderas y lo penetró con brusquedad. En la habitación resonaba el sonido de sus pieles chocando con fuerza. Joaquín echó la cabeza hacia atrás, golpeó el colchón repetidamente con su puño por el placer intenso de ser penetrado por su alfa. Empezó a maullar y a gemir incapaz de hacer otro sonido. De pronto sintió una gran necesidad de ser anudado, una necesidad que crecía dentro de él y lo empujaba a moverse con ímpetu. 

-Alfa- Lloriqueo exigiéndole ser complacido. 

Emilio entonces fue más rápido al punto que los movimientos empezaron a ser grotescos y violentos. Los ojos de Joaquín empezaron a llorar, el remolino en su abdomen lo estaba matando, pronto sus músculos empezaron a contraerse, su entrada se volvió más receptiva y sin previo aviso su cuerpo se quebró, siendo golpeado por un fuerte orgasmo que lo dejó convulsionando de placer. 

El alfa no duró mucho, corriéndose casi al instante que su pareja cuando las olas de placer lo recorrieron por cada centímetro de su cuerpo. Soltó un gruñido gutural y llegó al orgasmo mientras el nudo se hinchaba y clavaba las púas hasta aferrarse en la cavidad del omega.

Emilio cayó exhausto sobre el cuerpo jadeante que lo recibió con los brazos abiertos envolviéndolo en un abrazo. 

A Joaquín no le importó el peso extra sobre de él, estaba tan conmocionado que simplemente disfrutó de la sensación cálida de abrazar a su pareja después del orgasmo. Ronroneó feliz y satisfecho por el nudo que le estiraba y prometía llenar su vientre de cachorros. Emilio lo acarició con su nariz y ronroneó de vuelta demostrándole que él igual estaba feliz. 

-Hazme piojito- Soltó de repente. 

El alfa sintió alegría cuando escuchó junto a su oído la risa ligera de Joaquín provocada por su comentario. Los dedos tomaron sus despeinados mechones jugando con ellos, instantáneamente su tigre se puso a rodar mostrando el estómago en completa sumisión. Joaquín besó su frente y dejó a su gato acompañarlo en aquel momento de confianza.

-Te amo- Le dijo Joaquín al oído, en un tono suave y arrullador. 

-Yo también-  Cambió de posición cuidando de no lastimar a su pareja. Acomodó mejor a Joaquín sobre de él acariciando su espalda hasta que la respiración del omega se volvió tranquila y pausada, avisándole que su pareja había entrado al mundo de los sueños. Emilio lo rodeó con sus brazos y descansó para retomar fuerzas, porque sabía que el día no había terminado ahí

Dulce Ronroneó Donde viven las historias. Descúbrelo ahora