✨Cuarenta y uno✨

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-Me estoy quedando calvo- 

Joaquín pasó una vez más el cepillo sobre su cola dejando un cúmulo de pelos entre las cerdas. Desde que el verano llegó a su ciudad, no había dejado de soltar pelos por todas partes, llegando incluso al grado de dejar parte de su pelaje impregnado en los trajes que Emilio utilizaba para el trabajo, y como la mayoría de sus ropas eran de color negro, era imposible que pasara desapercibido. Su pareja tuvo que acudir a los rollos quita pelusa, pero no solían durar mucho. 

-No eres el único, ayer me acosté un rato en la alfombra en mi forma animal y terminó con una capa gruesa de pelo de tigre- 

Joaquín bufó rendido, por más que pasaba el cepillo no dejaba de salir pelo. Lo dejó en la mesita de noche y se tumbó con pereza en el suelo. El calor lo estaba matando y eso traía como consecuencia el no querer hacer nada en todo el día. 

-Los árboles no están dando aire en lo absoluto, y es que vivimos junto al bosque, no me imagino como estarán en el centro de la ciudad- 

-Probablemente se estén asando vivos- Emilio respondió sin despegar la vista de su guitarra. 

Últimamente Emilio pensaba que debía aumentar su lista de habilidades y aprender otra cosa además del piano, por ello había decidido por experimentar con varios instrumentos antes de decidir que aprender; aquella vez era el turno de la guitarra. Sin embargo, Emilio aún no sabía cómo afinarla correctamente, por lo que algunas notas salían desafinadas, además de que tocaba las cuerdas con más fuerza de la necesaria causando un sonido estruendoso. Para desgracia de Joaquín eso significaba dolor de cabeza asegurado, el ruido del instrumento combinado con alguien que tiene los sentidos agudizados las veinticuatro horas del día no daba un resultado exactamente grato. 

-Creo que deberías ir a clases, tu música suena muy mal-  Emilio lo miro con disgusto desde su lugar, no era exactamente el tipo de crítica que buscaba. 

-Si mi futuro esposo me dice ese tipo de comentarios, no me imagino los de las demás personas- 

Rio ante su respuesta. Emilio ofendido daba el mismo aire a un niño molesto porque a un adulto no le gustó su dibujo. Se levantó del suelo y de un ágil movimiento se aferró a la espalda de Emilio quien se había levantado para tomar agua. 

-No te molestes, si no te digo la verdad nadie más lo hará- Le dijo en broma- Además, sabes que me gusta todo lo que haces- 

Besó su mejilla exagerando la acción para que el beso resonará con fuerza. Emilio sonrió y negó con la cabeza. 

-No estoy molesto, pero me debes una-  Sin esperarlo, dejó de estar sobre una ancha espalda humana a estar encima de un lomo peludo. Dio un grito de sorpresa cuando el animal se acostó de golpe sobre el suelo tirándolo en el camino. El rostro del tigre pareció sonreír con travesura, Joaquín intentó levantarse, pero el muy bribón se acostó en su estómago sacándole todo el aire al pobre humano que quedó aplastado como hoja contra el suelo. 

-Creo que voy a regresar hasta lo que comí ayer-  Joaquín le dio pequeños golpes en su pecho para quitarlo, pese a que el alfa solo había puesto una muy pequeña parte de su peso, aquello era suficiente para dejarlo sin respirar. El tigre se levantó y se acercó a su rostro para untarle sus bigotes y de paso dejar su esencia. Joaquín rio por las cosquillas que le provoco en el cuello. 

-Te lo advierto Osorio- Le dijo cuando por fin se liberó de su "ataque"- No te sorprendas cuando veas una cucaracha en uno de tus zapatos- 

Sin darle tiempo de reaccionar, invocó a su felino y huyó del tigre que lo perseguía para intentar convencerlo de no realizar aquel malévolo plan y torturarle con aquellos insectos que tanto odiaba

Dulce Ronroneó Donde viven las historias. Descúbrelo ahora