Extra

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Hace algunos años...

Joaquin llevó sus manos a sus ojitos y lloró desconsolado mientras sus compañeros lo burlaban y tiraban de sus orejas. Las risas a su alrededor abrumaban sus oídos, Joaquin intentó calmar su respiración cortada, sólo tenía que ignorar las miradas de desagrado de sus compañeros, tal vez, si no les daba importancia pronto se aburrirían de él y conseguirían otro objetivo para desquitarse.

Un tirón nació desde el extremo de su cola haciéndole soltar un grito de dolor, Chulmoo le sonreía cínico mientras retiraba el pelo que logró arrancar sobre la superficie de su pantalón. Joaquín enseguida envolvió su cola en su cintura buscando protegerla dentro de su ancho suéter.

Se arrepintió cuando alzó la mirada en busca de ayuda. Podía ver el gozo y la satisfacción en los ojos de sus compañeros, estaban divirtiéndose con su sufrir, no eran simples miradas curiosas, todos a su alrededor gritaban morbo y maldad pura. Se encogió sobre los casilleros buscando desaparecer, se sentía humillado y repudiado, pero no podía culparlos, ¿qué adolescente de dieciséis años llevaba sus extremidades al descubierto a todas horas? Su esperanza de pasar desapercibido en su nueva escuela se desvaneció. Él realmente se había esforzado en esconder sus orejas en su gorrito, también había sido cuidadoso en escoger el suéter más largo para esconder la pomposa cola.

Pero todos sus intentos fueron en vano, Chulmoo, quien no había parado de fastidiarlo desde que llegó, había notado el pelaje de la cola por un descuido que tuvo al estirarse en su asiento.

El alfa no dejó pasar la oportunidad que tenía entre sus manos, había vociferado a todo el salón la existencia de su problema.

¡Oye Bondoni!, ¡¿acaso sigues usando pañal?! Porque no veo otra razón para que sigas comportándote como un niño, ¡haznos un favor y dile a tu animal que se deje de ridiculeces! Para sorpresa de Chulmoo, Joaquín había ignorado su petición, puesto que no era capaz de realizar su transformación humana. El rostro del alfa se había iluminado a tal noticia, había encontrado a su objeto de burlas perfecto.

Lamentablemente para Joaquín, lo que empezó como un juego entre los alumnos del aula, terminó siendo un acoso en forma por parte de toda la escuela.

- ¿Vas a llorar? – Chulmoo se acercó peligrosamente a él. Joaquín intentó retroceder, pero la superficie de metal contra su espalda le impidió alguna oportunidad de escapar.

-Eres tan patético- Escupió- Un fenómeno que nació para dar asco-

Uno de sus acosadores tomó sus orejas y tiró de ellas con la suficiente fuerza para botarlo al suelo. Un maullido lastimero salió de su pecho sin poder controlarlo, su omega salió a flote intentando protegerlo, llamó con todas sus fuerzas buscando a su alfa, pero Joaquín no tenía a nadie que lo consolara.

Resignándose al dolor, se hizo bolita sobre el suelo, y deseó con todas sus fuerzas que aquella pesadilla acabara.

-Pero que mier...- De pronto las risas cesaron y el sonido de un cuerpo chocando con fuerza sobre los casilleros retumbo por los pasillos. Pudo sentir la vibración del suelo por las pisadas de los estudiantes que huían y se dispersaban por el lugar. Instintivamente se protegió con sus manos y suplicó a la luna por desaparecer. Sólo deseaba estar en casa envuelto en la calidez de su nido.

- ¿Por qué no te largas y dejas molestar? Hijo de puta-

Una voz gruesa resonó con autoridad. El corazón de Joaquín comenzó a palpitar con fuerza, respondiendo inconscientemente a la voz extraña. Su omega se mostró sumiso, inclusive su gato se había recostado para mostrar su estómago en respeto, pero contrario a lo pensó, no era una sumisión por miedo.

Dulce Ronroneó Donde viven las historias. Descúbrelo ahora