✨XXVII✨

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Joaquín miró con tristeza a sus galletas que se habían quemado y puesto completamente duras, estaba seguro de que, si se las tiraba a alguien, le sacaría sangre

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Joaquín miró con tristeza a sus galletas que se habían quemado y puesto completamente duras, estaba seguro de que, si se las tiraba a alguien, le sacaría sangre.

Cuando sacó la primera tanda de galletas, algunas habían quedado crudas del centro, por lo que decidió dejar las siguientes más tiempo. Sin embargo, no supo calcular cuánto tiempo de más tenía que dejarlas, por lo que termino excediendo el límite cocción, provocando que se quemaran por completo. De hecho, si no fuera por Emilio que detectó el olor, probablemente las hubiera sacado cuando estuvieran hechas polvo.

Se sentó en su silla y sintió que lloraría de frustración, era un desastre con los postres y era lo que más disfrutaba preparar. Sus ojitos se humedecieron e inevitablemente comenzó a hipar. Sentía que no era justo, él siempre se esforzaba para que todo saliera bien, pero parecía que la repostería lo odiaba.

Ahora, gracias a sus intentos fallidos, le había tomado cierto rencor a las recetas que veía en internet, se veían tan fáciles de replicar y el resultado siempre les salía perfecto a los creadores del contenido, pero a él no, ¿qué es lo que hacía mal?

-Podemos preparar otra mezcla Minnie- Emilio masajeó sus hombros tratando de animarlo, pero Joaquín ya no se encontraba de humor para preparar otra mezcla.

-No importa Hyung, olvídalo- Joaquín se quitó el mandil de abejitas que tenía y lo dejó sobre la mesa, lo único que quería era hacerse un ovillo entre sus sabanas mientras veía caricaturas y recibía besitos de su alfa para levantarle el ánimo.

Se dirigió a su habitación y se metió dentro de los edredones. Rápidamente los acomodó de tal forma que se asemejara lo más posible a un nido. Hundió su nariz en la manta de Emilio y buscó consuelo en la suave superficie.

- ¿Qué te parece si pedimos algo dulce para cenar esta noche? - Emilio entró en su escondite- Podemos pedir los postres que queramos- Joaquín en seguida se apegó a él acurrucándose en su pecho. Emilio lo abrazó con cariño y acarició con parsimonia la espalda de su omega. Sabía que Joaquín no tomaba bien el fracasar en algo, solía ser muy duro consigo mismo, por eso era esencial para él conseguir que su pareja se sintiera mejor, si no, Joaquín pasaría las siguientes semanas reprochándose a sí mismo.

Besó su frente y fue bajando con pequeños besos hasta llegar en la unión donde se encontraba la marca, ahí se detuvo y acarició esa zona con la nariz mientras le ronroneaba y tranquilizaba. Aquello pareció gustarle porque pronto su pareja se tranquilizó y se unió a su alfa ronroneando a la par con él.

-Inclusive, podemos pedir la bebida con tapioca que tanto te gusta- Insistió.

- ¿En serio? – Joaquín lo miró con los ojos brillosos y el rostro empapado. Emilio acarició las mejillas con sus dedos pulgares para quitarle el resto de las lágrimas. Besó sus parpados y como arte de magia el aroma de su pareja dejó de ser amargo, dejando salir aquel exquisito olor que poseía.

-Si amor- El omega sonrió y se frotó en su pecho impregnándose de la esencia de Emilio, tranquilizando a su gatito que se había hecho bolita en su interior. Cuando alzó la mirada y vio la sonrisa de su alfa fue feliz otra vez, siempre tenía a su pareja a su lado para animarle inclusive en las situaciones más absurdas y banales.

-Tal vez para la próxima intente hacer los muffins que tanto me gustan-

-Los estaré esperando con ansias-

-Los estaré esperando con ansias-

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Dulce Ronroneó Donde viven las historias. Descúbrelo ahora