Capítulo 9

28 6 27
                                    

El zumbido del motor de una furgoneta me despierta. No abro los ojos, solo respiro unas cuantas veces intentando empapar mis pulmones con todo el oxígeno posible. Trago saliva un par de veces mientras me restriego los ojos que aún me escuecen por el humo. Abro los ojos. Debería estar muerta en el suelo del hospital y una vez más he esquivado a la muerte que venía a por mí vacilante. Sin embargo, estoy sentada en una furgoneta, aún con el cuerpo dolorido. Miro hacia los lados. Lo que me encuentro no me gusta nada. A mi lado hay una chica pelirroja, su pelo es de un tono rojizo apagado, de pequeños ojos marrones, nariz chata y un lunar sobre el labio, lleva unos pantalones cortos negros, unas botas militares negras y una ajustada camiseta de tirantes también negra.

Oh, no. Esto no me gusta nada.

Enfrente de mí hay dos chicos y otra chica. También vestidos de negro. Uno de los chicos es rubio y el otro es moreno. Ambos tienen unos grandes ojos negros y la misma nariz aguileña, se parecen. Van vestidos iguales, camiseta negra de manga corta, pantalones negros largos y botas militares también negras. La chica tiene el pelo corto y castaño oscuro con reflejos dorados, ojos marrones. Lleva la misma ropa que la pelirroja. Son todos muy atractivos, tanto que me hacen sentir inferior, intimidada. Me miran expectantes, no sé que esperan. Creo que estoy roja, me toco una mejilla, así noto que la tengo muy caliente. El chico moreno me sonríe. Tengo miedo. Se supone que ellos son el peligro al que me expongo. Han conseguido capturarme. Trago saliva un par de veces más mientras los examino como ellos hacen conmigo. La chica castaña carraspea.

—Bueno, de nada por salvarte —dice secamente.

¿Por salvarme? Pero si ellos quieren usarme como arma y creo que tal vez también quieran matarme.

—No tengo que daros las gracias por nada. Queréis utilizarme.

Estallan en una carcajada mientras la furgoneta da un bote al pasar por un bache. Estamos en la parte de atrás en la que hay dos bancos, no hay cristales.

—Mira —empieza la misma de antes entornando lo ojos y gesticulando con las manos—. No sé que te habrán contado ahí, pero no creas que eres ni mucho menos importante.

Arrugo la nariz frunciendo el ceño.

—N-no... E-entiendo —susurro tartamudeando.

La pelirroja me pasa un brazo por los hombros de forma amistosa y con el otro me frota mi brazo derecho con el que me aferro con fuerza al banco. La miro, entonces ella me sonríe.

—No te preocupes, ya entenderás. Tienes toda una vida para hacerlo. Por cierto, yo soy Katy Loaf, pero aquí nos conocemos por números o colores. Depende.

La miro extrañada, agradezco su amabilidad, pero desconfío de ellos por asaltar el cuartel. Parece simpática, pero aquí algo me huele raro. No me siento cómoda con los demás.

—¡Ah! ¡Perdón! Sobrecarga de información... A mí me pasó lo mismo. Mejor que te explique tu adiestrador cuando lleguemos, aunque creo que irás con nosotros. ¿Cuántos años tienes?

Miro mis piernas que se balancean hacia delante y hacia atrás, en uno de estos balanceos le daré una patada al chico rubio, así que las detengo.

—¡Cállate, Katy! —dice el chico rubio y Katy me quita el brazo de los hombros—. Yo soy Collin.

Me sonríe, yo intento devolverle la sonrisa sin mucho éxito y todos se ríen con mi expresión. Poco a poco parece que la tensión inicial se va relajando, pero aún no me siento segura.

—Yo Russel —dice el otro—. Somos hermanos, por si no lo habías notado.

Él también sonríe mientras comienzan a darse codazos entre ellos. Esta vez sonrío de una forma más natural. Recuerdo a mi hermana, lo que provoca que una vez más una punzada de dolor me atraviese el pecho. No nos llevamos demasiado bien, pero era muy pequeña para acabar así.

INTO THE ABYSSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora